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  • Los pastos de las ciudades que cedáis a los levitas comprenderán mil codos alrededor de la ciudad, a contar desde las murallas. (Números 35, 4)

  • Esas ciudades os servirán de asilo contra el vengador; no debe morir el homicida hasta que comparezca ante la comunidad para ser juzgado. (Números 35, 12)

  • El mismo vengador de la sangre dará muerte al homicida: en cuanto le encuentre, lo matará. (Números 35, 19)

  • o si por enemistad le ha golpeado con las manos, y muere, el que le ha herido tiene que morir: es un homicida. El vengador de la sangre dará muerte al homicida en cuanto le encuentre. (Números 35, 21)

  • la comunidad juzgará entre el homicida y el vengador de la sangre según estas normas, (Números 35, 24)

  • y salvará la comunidad al homicida de la mano del vengador de la sangre. Le hará volver la comunidad a la ciudad de asilo en la que se refugió y en ella vivirá hasta que muera el Sumo Sacerdote ungido con el óleo santo. (Números 35, 25)

  • y le encuentra el vengador de la sangre fuera del término de su ciudad de asilo, el vengador de la sangre podrá matar al homicida, sin ser responsable de su sangre, (Números 35, 27)

  • porque Yahveh tu Dios es un fuego devorador, un Dios celoso. (Deuteronomio 4, 24)

  • que te ha conducido a través de ese desierto grande y terrible entre serpientes abrasadoras y escorpiones: que en un lugar de sed, sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca más dura; (Deuteronomio 8, 15)

  • Pero has de saber hoy que Yahveh tu Dios es quien va a pasar delante de ti como un fuego devorador que los destruirá y te los someterá, para que los desalojes y los destruyas rápidamente, como te ha dicho Yahveh. (Deuteronomio 9, 3)

  • Pero cuando paséis el Jordán y habitéis en la tierra que Yahveh vuestro Dios os da en herencia, cuando él os haya puesto al abrijgo de todos vuestros enemigos de alrededor, y viváis con tranquilidad, (Deuteronomio 12, 10)

  • De este anatema no se te quedará nada en la mano, para que Yahveh aplaque el ardor de su ira y sea misericordioso contigo, tenga piedad de ti y te multiplique como prometió bajo juramento a tus padres, (Deuteronomio 13, 18)


“Devemos odiar os nossos pecados, visto que o amor ao Senhor significa paz”. São Padre Pio de Pietrelcina