Trouvé 172 Résultats pour: pavimento de piedras preciosas

  • «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. (Marcos 9, 42)

  • Al salir del Templo, le dice uno de sus discípulos: «Maestro, mira qué piedras y qué construcciones.» (Marcos 13, 1)

  • Dad, pues, frutos dignos de conversión, y no andéis diciendo en vuestro interior: "Tenemos por padre a Abraham"; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. (Lucas 3, 8)

  • Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.» (Lucas 19, 40)

  • Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: (Lucas 21, 5)

  • Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo. (Juan 8, 59)

  • Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. (Juan 10, 31)

  • Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, (I Corintios 3, 12)

  • también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. (I Pedro 2, 5)

  • por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. (II Pedro 1, 4)

  • Y un gran pedrisco, con piedras de casi un talento de peso, cayó del cielo sobre los hombres. No obstante, los hombres blasfemaron de Dios por la plaga del pedrisco; porque fue ciertamente una plaga muy grande. (Apocalipsis 16, 21)

  • La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas; llevaba en su mano una copa de oro llena de abominaciones, y también las impurezas de su prostitución, (Apocalipsis 17, 4)


“É doce o viver e o penar para trazer benefícios aos irmãos e para tantas almas que, vertiginosamente, desejam se justificar no mal, a despeito do Bem Supremo.” São Padre Pio de Pietrelcina