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  • Y si el ministerio de muerte, grabado en letras sobre piedras, fue glorioso hasta el punto que los israelitas no podían mirar fijamente al rostro de Moisés a causa del resplandor, que era pasajero, (II Corintios 3, 7)

  • Pues si lo pasajero fue glorioso, mucho más lo será lo permanente. (II Corintios 3, 11)

  • y no como Moisés, que se tapaba la cara con un velo para que los israelitas no se fijasen en su resplandor, que era pasajero. (II Corintios 3, 13)

  • Sabemos que si esta tienda en que habitamos en la tierra se destruye, tenemos otra casa, que es obra de Dios; una morada eterna en los cielos, no construida por mano de hombres. (II Corintios 5, 1)

  • Os doy mi opinión: ya que el año pasado os decidisteis a realizar esta obra y empezasteis a hacerla, (II Corintios 8, 10)

  • pues conozco vuestra buena voluntad, de la que me siento orgulloso ante los macedonios. Les he dicho que los de Acaya están dispuestos desde el año pasado, y esta buena disposición vuestra ha sido un estímulo para la mayoría. (II Corintios 9, 2)

  • No traspasamos los límites debidos, como si no hubiéramos llegado a vosotros, pues hasta vosotros hemos llegado con el evangelio de Cristo. (II Corintios 10, 14)

  • tres veces fui azotado con varas, una vez apedreado, naufragué tres veces, he pasado en los abismos del mar un día y una noche; (II Corintios 11, 25)

  • Estoy sorprendido de que tan rápidamente os hayáis apartado de aquel que os llamó por la gracia de Cristo y os hayáis pasado a otro evangelio. (Gálatas 1, 6)

  • Eso no es otro evangelio; lo que pasa es que algunos siembran entre vosotros la confusión y quieren deformar el evangelio de Cristo. (Gálatas 1, 7)

  • y cómo aventajaba en el judaísmo a muchos de mi edad en conservar con todo rigor las tradiciones de mis antepasados. (Gálatas 1, 14)

  • ¿Y ahora he pasado a ser enemigo vuestro sólo por haberos dicho la verdad? (Gálatas 4, 16)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina