Trouvé 142 Résultats pour: Manasés

  • El resto de la historia de Manasés, la oración que hizo a su Dios y las palabras de los profetas que le hablaron en nombre del Señor, Dios de Israel, están escritos en las crónicas de los reyes de Israel. (II Crónicas 33, 18)

  • Manasés murió y fue sepultado en su palacio. Le sucedió en el trono su hijo Amón. (II Crónicas 33, 20)

  • Hizo lo que es malo a los ojos del Señor, como su padre Manasés; ofreció sacrificios y dio culto a todos los ídolos que había hecho su padre Manasés. (II Crónicas 33, 22)

  • Pero no se humilló delante del Señor, como se había humillado su padre Manasés; al contrario, aumentó su culpabilidad. (II Crónicas 33, 23)

  • Lo mismo hizo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta Neftalí y sus respectivos anejos; (II Crónicas 34, 6)

  • Se presentaron al sumo sacerdote Jelcías, y le entregaron el dinero que había llegado al templo de Dios y el que los levitas porteros habían reunido; todo ello procedía de Manasés, de Efraín, de todo el resto de Israel, de Judá, de Benjamín y de los habitantes de Jerusalén. (II Crónicas 34, 9)

  • De los de Pajat Moab: Adná, Quelal, Benayas, Maasías, Matanías, Besalel, Binuy y Manasés. (Esdras 10, 30)

  • De los de Jasún: Matnay, Matatá, Zabad, Elifélet, Yeremías, Manasés, Simeí. (Esdras 10, 33)

  • Su marido, Manasés, de su misma tribu y familia, había muerto durante la siega de la cebada. (Judit 8, 2)

  • Era muy bella y de aspecto encantador. Su marido, Manasés, le había dejado muchas riquezas, criados y criadas, ganados y campos, y ella los administraba. (Judit 8, 7)

  • se quitó el áspero sayal que llevaba puesto, se despojó de sus vestidos de viuda, se bañó y se perfumó, se peinó, se ciñó la cabeza con un turbante y se adornó con los vestidos de fiesta que solía ponerse cuando vivía su esposo Manasés. (Judit 10, 3)

  • Tuvo muchos pretendientes, pero ella no quiso casarse desde que su marido Manasés murió, y fue a reunirse con su pueblo. (Judit 16, 22)


“Queira o dulcíssimo Jesus conservar-nos na Sua graça e dar-nos a felicidade de sermos admitidos, quando Ele quiser, no eterno convívio…” São Padre Pio de Pietrelcina