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  • Moisés escribió todas las palabras del Señor, se levantó de madrugada y edificó un altar al pie de la montaña y doce estelas por las doce tribus de Israel. (Exodo 24, 4)

  • Moisés estuvo arriba con el Señor cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber. Y el Señor escribió en las tablas las palabras de la alianza, las diez palabras. (Exodo 34, 28)

  • El Señor os promulgó su alianza y os mandó ponerla en práctica; eran los diez mandamientos que escribió sobre dos tablas de piedra. (Deuteronomio 4, 13)

  • Éstas son las palabras que el Señor dirigió a toda vuestra comunidad sobre la montaña, en medio de fuego, de nube y de tinieblas, con fuerte voz, sin añadir más. Las escribió sobre dos tablas de piedra, que me entregó. (Deuteronomio 5, 22)

  • Como la primera vez, el Señor escribió sobre las tablas los diez mandamientos que él os había dictado sobre la montaña en medio del fuego, el día de la asamblea, y me las dio. (Deuteronomio 10, 4)

  • Moisés escribió luego esta ley y la entregó a los sacerdotes levitas, que llevaban el arca de la alianza del Señor, y a todos los ancianos de Israel. (Deuteronomio 31, 9)

  • Moisés escribió aquel día el cántico y se lo enseñó a los israelitas. (Deuteronomio 31, 22)

  • Allí escribió Josué sobre las piedras una copia del libro de la ley que Moisés había escrito para los israelitas. (Josué 8, 32)

  • Y escribió estas palabras en el libro de la ley de Dios. Tomó después una gran piedra y la levantó allí, debajo de la encina que había en el santuario del Señor. (Josué 24, 26)

  • Entonces Samuel expuso al pueblo el derecho real y lo escribió en un libro que está ante el Señor. Después ordenó que cada cual se fuese a su casa. (I Samuel 10, 25)

  • A la mañana siguiente David escribió una carta a Joab y se la mandó por Urías. (II Samuel 11, 14)

  • Entonces ella escribió en nombre de Ajab cartas, las selló con su sello y las envió a los ancianos y nobles conciudadanos de Nabot. (I Reyes 21, 8)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina