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  • Yavé abrirá para ti los cielos, su rico tesoro, para dar a su tiempo la lluvia que necesiten tus campos, y para mandar la bendición sobre todo cuanto emprendas. Tú prestarás a naciones numerosas y no pedirás prestado a ninguna. (Deuteronomio 28, 12)

  • Yavé no lo perdonará. Su furor y sus celos se encenderán contra este hombre, al que acecharán todas las maldiciones escritas en este libro. Yavé borrará su nombre de debajo de los cielos (Deuteronomio 29, 19)

  • Que los cielos y la tierra escuchen y recuerden lo que acabo de decir; te puse delante la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia. (Deuteronomio 30, 19)

  • «Cielos, presten oídos, que voy a hablar, y la tierra toda escuche las palabras de mi boca. (Deuteronomio 32, 1)

  • ¡Que los cielos festejen a su pueblo! ¡Hijos de Dios, póstrense ante él! Porque él venga la sangre de sus siervos y devuelve la venganza a sus adversarios, mientras purifica la tierra de su pueblo.» (Deuteronomio 32, 43)

  • Nadie hay como Dios ¡oh, Israel!, el que atraviesa los cielos para socorrerte, cabalgando majestuoso sobre las nubes. (Deuteronomio 33, 26)

  • Estas noticias nos han asustado, y todos se quedan sin ánimo ante ustedes porque Yavé es Dios arriba en los cielos como abajo en la tierra. (Josué 2, 11)

  • Cuando saliste de Seír, oh Yavé, cuando avanzabas desde el campo de Edom, la tierra tembló, los cielos se tambalearon y las nubes destilaron agua. (Jueces 5, 4)

  • Desde los cielos lucharon las estrellas, desde sus órbitas lucharon contra Sísara. (Jueces 5, 20)

  • Yavé humilla a sus contrarios; él sube a los cielos y truena para juzgar al orbe entero. El fortalece a su rey haciendo sobresalir a su Elegido. (1 Samuel 2, 10)

  • Y la tierra se estremeció y tembló, los cimientos de los cielos se conmovieron, se estremecieron porque él estaba enojado. (2 Samuel 22, 8)

  • Inclinó los cielos y bajó, una oscura nube tenía bajo sus pies. (2 Samuel 22, 10)


“Quanto maiores forem os dons, maior deve ser sua humildade, lembrando de que tudo lhe foi dado como empréstimo.” São Padre Pio de Pietrelcina