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  • Entonces dijo al hombre: «Mira, el temor del Señor es la sabiduría; y huir del mal es la inteligencia». (Job 28, 28)

  • Las flechas del arco no lo hacen huir, recibe como paja las piedras de la honda. (Job 41, 20)

  • Lograron formar un ejército y comenzaron a hacer justicia de los pecadores y renegados. Estos tuvieron que huir a países extranjeros para salvarse. (1 Macabeos 2, 44)

  • y salieron armados contra él. Tuvo que huir, y se alejó muy amargado para volver a Babilonia. (1 Macabeos 6, 4)

  • que Lisias, aunque había ido con un ejército poderoso, tuvo que huir ante los judíos, los cuales se habían fortalecido con las armas y el abundante botín tomado a los ejércitos vecinos. (1 Macabeos 6, 6)

  • Pero Judas les contestó: «Líbreme Dios de huir ante ellos. Si ha llegado nuestra hora, moriremos como valientes por nuestros hermanos, sin haber manchado nuestra gloria.» (1 Macabeos 9, 10)

  • Las tropas licenciadas por Demetrio se pusieron a su lado y lucharon contra Demetrio, que tuvo que huir. (1 Macabeos 11, 55)

  • y las manifestaciones celestiales en favor de los que combatieron viril y gloriosamente por el judaísmo. Siendo pocos, liberaron a todo el país e hicieron huir a muchedumbres de extranjeros, (2 Macabeos 2, 21)

  • Jasón, que, por su parte, había usurpado el cargo a su hermano, ahora suplantado por otro, tuvo que huir al país de Ammán. (2 Macabeos 4, 26)

  • Pero no pudo mantenerse en el poder y, sin haber logrado otra cosa que su propia vergüenza, tuvo que huir de nuevo a la tierra de Ammán. (2 Macabeos 5, 7)

  • Enfurecido, se propuso hacer pagar a los judíos la ofensa que acababa de recibir en Persépolis cuando lo obligaron a huir. Mandó al conductor de su carro que apresurara la marcha y no parara hasta terminar el viaje. Ya el juicio de Dios venía sobre él, pues, orgulloso, decía: «En cuanto llegue a Jerusalén la convertiré en un cementerio de judíos.» (2 Macabeos 9, 4)

  • y obligaron a huir a los demás. La mayoría de ellos huyeron heridos y desarmados. Hasta el mismo Lisias, para poder salvarse, huyó vergonzosamente. (2 Macabeos 11, 12)


“Feliz a alma que atinge o nível de perfeição que Deus deseja!” São Padre Pio de Pietrelcina