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  • El escudo de Saúl no estaba ungido con aceite sino con la sangre de los heridos y con la grasa de los guerreros.El arco de Jonatán no retrocedió jamás ni la espada de Saúl se blandía en vano. (2 Samuel 1, 22)

  • Saúl y Jonatán, amables y queridos. Fueron inseparables en vida y en la muerte. Eran más ligeros que águilas, más fuertes que leones. (2 Samuel 1, 23)

  • ¿Cómo cayeron los héroes en medio del combate? ¿Cómo Jonatán fue herido de muerte en esas cumbres? (2 Samuel 1, 25)

  • Por ti estoy apenado, Jonatán, hermano mío, por ti, a quien tanto yo quería. Tu amistad era para mí más maravillosa que el amor de las mujeres. (2 Samuel 1, 26)

  • (Jonatán, hijo de Saúl, tenía un hijo cojo, llamado Mipibaal. Cuando tenía cinco años llegó a Jezrael la noticia de la muerte de Saúl y de Jonatán; su nodriza lo tomó y huyó, pero con el apuro de la fuga se le cayó y quedó cojo.) (2 Samuel 4, 4)

  • David preguntó: «¿Queda todavía algún hijo de Saúl a quien pueda yo favorecer por consideración a Jonatán?» (2 Samuel 9, 1)

  • Entonces le preguntó el rey: «¿Queda alguien de la familia de Saúl, para que yo lo trate como juré ante Dios?» Sibá respondió: «Todavía que da un hijo de Jonatán, tullido de ambas pier nas.» (2 Samuel 9, 3)

  • Llegando al lado de David, Mipibaal, hijo de Jonatán y nieto de Saúl, se inclinó hasta tocar el suelo con su cara. David dijo: «Mipibaal.» (2 Samuel 9, 6)

  • Y él respondió: «Soy yo, para servirte.» David le dijo: «No temas, porque quiero tratarte con be nevolencia, por amor a tu padre Jonatán. Te de volveré todas las tierras de Saúl, tu padre, y to dos los días comerás a mi mesa.» (2 Samuel 9, 7)

  • Tú y tu hijo Ajimás, junto con Abiatar y su hijo Jonatán, vuelvan en paz a Jerusalén. (2 Samuel 15, 27)

  • para que, a su vez, me lo transmitan a mí por intermedio de sus dos hijos Ajimás y Jonatán.» (2 Samuel 15, 36)

  • Jonatán y Ajimás estaban junto a la fuente de Roguel. Una sirvienta fue a avisarles para que ellos fueran a comunicarlo al rey, pues no podían dejarse ver entrando en la ciudad. (2 Samuel 17, 17)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina