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El corazón de este pueblo se ha endurecido. Se han tapado los oídos y cerrado los ojos; tienen miedo de ver con sus ojos y de oír con sus oídos, pues entonces comprenderían y se convertirían, y yo los sanaría. (Hecho de los Apóstoles 28, 27)
Entonces no vuelvan al miedo; ustedes no recibieron un espíritu de esclavos, sino el espíritu propio de los hijos, que nos permite gritar: ¡Abba!, o sea: ¡Papá! (Carta a los Romanos 8, 15)
No hay por qué temer a las autoridades cuando se obra bien, pero sí cuando se obra mal. ¿Quieres vivir sin tener miedo a las autoridades? Pórtate bien y te felicitarán. (Carta a los Romanos 13, 3)
Así, pues, hay que obedecer, pero no solamente por miedo al castigo, sino por deber de conciencia. (Carta a los Romanos 13, 5)
Mi condición de preso ha animado a la mayoría de nuestros hermanos en el Señor, los cuales ahora se atreven a proclamar la Palabra más abiertamente y sin miedo. (Carta a los Filipenses 1, 14)
De este modo liberó a los hombres que, por miedo a la muerte, permanecían esclavos en todos los aspectos de su vida. (Carta a los Hebreos 2, 15)
Levantemos la mirada hacia Jesús, que dirige esta competición de la fe y la lleva a su término. El escogió la cruz en vez de la felicidad que se le ofrecía; no tuvo miedo a la humillación y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. (Carta a los Hebreos 12, 2)
Lo que se veía era tan terrible que Moisés dijo: Estoy temblando de miedo. (Carta a los Hebreos 12, 21)
Habrá juicio sin misericordia para quien no ha sido misericordioso, mientras que la misericordia no tiene miedo al juicio. (Carta de Santiago 2, 13)
Así obedecía Sara a Abrahán, al que llamaba su señor. Ustedes serán hijas de Sara si obran el bien sin tener miedo a nada. (1º Carta de Pedro 3, 6)
En especial esto vale para esa gente que corre tras los peores deseos de su naturaleza y desprecia la majestad del Señor. Son orgullosos y atrevidos, y no tienen miedo de insultar a los espíritus caídos, (2º Carta de Pedro 2, 10)
a unos los salvarán arrancándolos del fuego eterno; con otros deberán actuar con mucho cuidado, sin tocar ni siquiera sus ropas por miedo a la contaminación. (2º Carta de Pedro 3, 23)