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y todas las aldeas alrededor de estas ciudades hasta Balaar, Beer y Ramat del Negueb. Esta es la herencia de los hijos de Simeón, según sus familias. (Josué 19, 8)
Luego bajaron de Jerusalén para atacar a los cananeos que habitaban en los cerros, en el Negueb y en la llanura. (Jueces 1, 9)
Ella respondió: «Hazme un favor; ya que me has dado el desierto de Negueb, dame también las Fuentes de Agua.» Y Caleb le dio las Fuentes de Arriba y las de Abajo. (Jueces 1, 15)
También los hijos del Quenita, suegro de Moisés, subieron con la gente de Judá desde la ciudad de las Palmeras a esa parte del desierto de Judá que limita con el Negueb de Arad, y se quedaron entre ellos. (Jueces 1, 16)
Cuando, al tercer día, David y sus hombres llegaron a Siquelag, los amalecitas habían pasado por allí recorriendo el país de Negueb. Habían entrado en Siquelag y la habían incendiado, (1 Samuel 30, 1)
Habíamos recorrido el Negueb de los quereteos, el de Judá y el de Caleb; también hemos quemado Siquelag.» (1 Samuel 30, 14)
Y envió también presentes a los que vivían en Betul, en Ramá del Negueb, en Yatir, (1 Samuel 30, 27)
alcanzaron la fortaleza de Tiro y todas las ciudades de los jeveos y cananeos y terminaron en el Negueb de Judá, en Bersebá. (2 Samuel 24, 7)
También los filisteos invadieron las ciudades de la tierra baja y del Negueb de Judá, y tomaron Bet-Semes, Ayalón, Guederot, Socó con sus aldeas, Timná con sus aldeas y Guimzó con sus aldeas, y se establecieron allí. (2 Crónicas 28, 18)
Judas y sus hermanos organizaron una expedición al Negueb para combatir a los hijos de Esaú. Tomó Hebrón y sus aldeas, arrasó sus murallas y prendió fuego a sus torres de defensa. (1 Macabeos 5, 65)
Profecía sobre el desierto que está junto al mar. Esto viene del desierto, del país espantoso, es como una tempestad que pasa por el Negueb. (Isaías 21, 1)
Oráculo sobre los animales del Negueb: A través de una tierra pobre y triste, poblada por leones y por víboras y serpientes voladoras, llevan sus tesoros, a lomo de burro, y sus riquezas sobre la joroba de camellos, a un pueblo que no les prestará ninguna ayuda. (Isaías 30, 6)