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  • Llevaron a Asael y lo sepultaron en el sepulcro de su padre, en Belén. Luego Joab y sus hombres caminaron toda la noche y al amanecer llegaron a Hebrón. (2 Samuel 2, 32)

  • Recab y su hermano Baamá entraron, pues, sin ser vistos al dormitorio de la casa donde Isbaal estaba acostado. Lo golpearon mortalmente, le cortaron la cabeza y caminaron toda la noche por la ruta de Arabá. (2 Samuel 4, 7)

  • Pero aquella misma noche le llegó a Natán una palabra de Yavé: (2 Samuel 7, 4)

  • Ajitofel dijo a Absalón: «Déjame elegir doce mil hombres para ir en persecución de David esta misma noche. (2 Samuel 17, 1)

  • Pues tú sabes que tu padre y sus hombres son gente decidida y están envalentonados como si a una osa en el campo le quitaran su cría. Tu padre sabe mucho de guerra y no se queda a descansar de noche con sus tropas. (2 Samuel 17, 8)

  • Ahora comuníquenle a David que no pase la noche en los pasos del desierto, sino más allá, pues el rey y su ejército corren el riesgo de ser exterminados.» (2 Samuel 17, 16)

  • Por ello, levántate, sal y agradece a tus soldados, que si no sales, te juro por Yavé que esta misma noche no te quedará ningún soldado y ésta será la peor de las desgracias que te haya sucedido desde tu niñez hasta el día de hoy.» (2 Samuel 19, 8)

  • Risfá, la hija de Haya, extendió un saco sobre el roquerío y se quedó allí desde el tiempo de la siega hasta la estación de las lluvias. No permitió que los destrozaran ni las aves de rapiña, en el día, ni las fieras salvajes durante la noche. (2 Samuel 21, 10)

  • Y en Gabaón se le apareció Yavé en sueños durante la noche, y le dijo: «Pídeme lo que quieras.» (1 Reyes 3, 5)

  • El hijo de esta mujer murió ahogado durante la noche, porque ella se había acostado sobre él. (1 Reyes 3, 19)

  • Entonces se levantó ella durante la noche y tomó a mi hijo de mi lado, mientras yo dormía, y lo acostó con ella, y a su hijo muerto lo puso conmigo. (1 Reyes 3, 20)

  • Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que tú mismo dijiste: En él estará mi Nombre, y dígnate escuchar las oraciones que haré en este lugar. (1 Reyes 8, 29)


“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina