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  • Todos sus cómplices llevarán un chasco, y esos artesanos se pondrán colorados. Que se reúnan todos y se presenten. Verán cómo sentirán, al mismo tiempo, miedo y vergüenza. (Isaías 44, 11)

  • Israel en cambio será salvado para siempre, y sus hijos no sufrirán más vergüenza ni deshonra, nunca jamás. (Isaías 45, 17)

  • Recuerden esto y tengan vergüenza, reflexionen en su corazón, pecadores. (Isaías 46, 8)

  • No temas, pues no vas a ser defraudada, no tengas vergüenza, pues no tendrás de qué ponerte colorada. Te olvidarás de las vergüenzas de tu juventud y de los desprecios que te hicieron cuando viuda. (Isaías 54, 4)

  • ¡Acostémonos en nuestra vergüenza y que nos cubra nuestra propia confusión! Porque nuestros padres, y nosotros desde nuestra juventud, hemos pecado contra Yavé, nuestro Dios, y no hemos escuchado su voz.» (Jeremías 3, 25)

  • Deberían avergonzarse de sus abominables acciones, pero han perdido la vergüenza y ni siquiera se ponen colorados. Por eso caerán junto con los demás y se irán al suelo cuando los visite, declara Yavé. (Jeremías 6, 15)

  • Los sabios pasarán vergüenza, serán confundidos y caerán en la trampa. Como despreciaron la palabra de Yavé, ¿qué les queda ahora como sabiduría? (Jeremías 8, 9)

  • Deberían avergonzarse de sus actos abominables, pero ya no conocen la vergüenza ni se ponen rojos. Por eso, caerán junto con los demás y tropezarán cuando los visite, dice Yavé. (Jeremías 8, 12)

  • Sembraron trigo, y cosecharon espinas: se han cansado inútilmente. Les da vergüenza lo poco que han cosechado, por la mucha ira de Yavé. (Jeremías 12, 13)

  • Yo mismo levantaré tus vestidos, hasta tu cara, para que se vea tu vergüenza. (Jeremías 13, 26)

  • Pero Yavé está conmigo, él, mi poderoso defensor; los que me persiguen no me vencerán. Caerán ellos y tendrán la vergüenza de su fracaso, y su humillación no se olvidará jamás. (Jeremías 20, 11)

  • Y echaré encima de ustedes una vergüenza eterna, una mancha que nunca se borrará. (Jeremías 23, 40)


“De todos os que vierem pedir meu auxílio, nunca perderei nenhum!” São Padre Pio de Pietrelcina