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  • «Aquí estoy», contestó él. Y Dios prosiguió: «Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No temas bajar a Egipto, porque allí te convertiré en una gran nación. (Génesis 46, 3)

  • Enfurecido, se propuso hacer pagar a los judíos la ofensa que acababa de recibir en Persépolis cuando lo obligaron a huir. Mandó al conductor de su carro que apresurara la marcha y no parara hasta terminar el viaje. Ya el juicio de Dios venía sobre él, pues, orgulloso, decía: «En cuanto llegue a Jerusalén la convertiré en un cementerio de judíos.» (2 Macabeos 9, 4)

  • Haré brotar ríos en los cerros pelados y vertientes en medio de los valles. Convertiré el desierto en lagunas y la tierra seca en manantiales. (Isaías 41, 18)

  • Ahora voy a talar los montes y los cerros, a secar toda la vegetación; convertiré los ríos en pantanos y secaré las lagunas. (Isaías 42, 15)

  • voy a mandar a buscar a una nación del norte, dice Yavé, y la echaré contra este país y sus habitantes; los maldeciré y los convertiré para siempre en motivo de espanto, de burla y de vergüenza. (Jeremías 25, 9)

  • Apenas extienda mi mano contra ti te haré rodar de lo alto de las rocas y te convertiré en un cerro quemado. Jamás sacarán de ti una piedra de cimientos, (Jeremías 51, 25)

  • Te convertiré en ruinas en medio de las naciones que te rodean y en motivo de risa para todos los que pasen. (Ezequiel 5, 14)

  • Los abatiré completamente, convertiré su país en una soledad, en una ruina doquiera habiten, desde el desierto hasta Ribla. Entonces sabrán que soy Yavé. (Ezequiel 6, 14)

  • En su "Joya", que constituía su orgullo, pondrán sus miserables ídolos, y por ello yo se la convertiré en algo horroroso. (Ezequiel 7, 20)

  • Convertiré al país en un desierto porque fueron infieles -palabra de Yavé. (Ezequiel 15, 8)

  • En ruinas, ruinas y más ruinas lo convertiré todo hasta que venga aquel a quien le pertenece el derecho, a ese lo restableceré. (Ezequiel 21, 32)

  • La sangre derramada te ha convertido en culpable, te hiciste ídolos y con ello te has ensuciado. Adelantaste tu hora y el término de tus años: te convertiré en la vergüenza de las naciones, en motivo de risa para todos los pueblos. (Ezequiel 22, 4)


“O Anjo de Deus não nos abandona jamais.” São Padre Pio de Pietrelcina