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  • El joven abrió el pez y sacó la hiel, el corazón y el hígado. Luego cocieron el pez y se lo comieron. Después continuaron su camino hasta cerca de Media. (Tobías 6, 6)

  • El joven preguntó al ángel: «Hermano Azarías, ¿qué remedios son el corazón, el hígado y la hiel del pez?» (Tobías 6, 7)

  • Le respondió: «Si se quema el corazón o el hígado del pez ante un hombre o mujer atormentados por un espíritu malo, el mal desaparece para siempre. (Tobías 6, 8)

  • Cuando entres en la habitación de los esposos, toma el corazón del pez y parte del hígado y ponlo sobre las brasas del perfumador. (Tobías 6, 16)

  • Tobías recordó las palabras de Rafael y, tomando el hígado y el corazón del pez que tenía en la bolsa, los puso en las brasas del perfumador. (Tobías 8, 2)

  • Vuelven a él de todo corazón, y hagan todo lo que es verdadero ante él, y él volverá a ustedes y ya no les esconderá su rostro. (Tobías 13, 6)

  • ya que no es hoy cuando has comenzado a dar muestras de tu sabiduría, sino que desde hace mucho tiempo todo el pueblo conoce tu inteligencia y la generosidad natural de tu corazón. (Judit 8, 29)

  • Te guiaré por toda Judea hasta llegar al corazón de Jerusalén. Tú los llevarás como ovejas sin pastor, y ni siquiera un perro ladrará contra ti. Todo esto me ha sido revelado para que te lo comunique.» (Judit 11, 19)

  • Entró Judit y se instaló. El corazón de Holofernes quedó cautivado y su espíritu perturbado. Era presa de un deseo intenso de poseerla, porque desde el día en que la vio atisbaba el momento favorable para seducirla. (Judit 12, 16)

  • Pon en mi boca palabras armoniosas cuando encare al león, y haz que su corazón odie al que nos persigue para que muera con todos sus secuaces. (Ester 14, 13)

  • Ester iba extraordinariamente bonita; su rostro sonrosado irradiaba ternura, pero su corazón se estremecía de miedo. (Ester 15, 8)

  • Al verlo, la reina palideció y, recostando su cabeza en el hombro de su dama, se desmayó. Dios entonces permitió que el corazón del rey se llenara de bondad. Muy asustado, saltó de su asiento y, tomándola en sus brazos para que se reanimara, la consolaba con estas dulces palabras: (Ester 15, 11)


“Não queremos aceitar o fato de que o sofrimento é necessário para nossa alma e de que a cruz deve ser o nosso pão cotidiano. Assim como o corpo precisa ser nutrido, também a alma precisa da cruz, dia a dia, para purificá-la e desapegá-la das coisas terrenas. Não queremos entender que Deus não quer e não pode salvar-nos nem santificar-nos sem a cruz. Quanto mais Ele chama uma alma a Si, mais a santifica por meio da cruz.” São Padre Pio de Pietrelcina