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Baja de tu trono de gloria y siéntate en el suelo, hija de Dibón, que vives con tanta comodidad; el devastador de Moab te ha atacado y ha destruido tus fortalezas. (Jeremías 48, 18)
¿Cómo es posible que Moab haya sido destruido y que, humillado, haya tenido que volver la espalda? ¿Por qué Moab se ha convertido en objeto de burla y de espanto para todos sus vecinos? (Jeremías 48, 39)
Moab ha sido destruido y queda sin habitantes, porque se alzó contra Yavé. (Jeremías 48, 42)
«Yavé, tú has declarado respecto a este lugar que será destruido de manera que nadie lo vuelva a habitar y que quede arruinado para siempre.» (Jeremías 51, 62)
El Señor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob; ha destruido, en su furor, las fortalezas de la Hija de Judá; ha echado por tierra, ha profanado al reino y a sus príncipes. (Lamentaciones 2, 2)
El Señor se ha portado como enemigo; ha destruido a Israel: ha destruido todos sus palacios, ha derribado sus fortalezas, no le dejó a la Hija de Judá sino llantos y lamentos. (Lamentaciones 2, 5)
Ha forzado sus murallas como un huerto, ha destruido su lugar de reunión. Yavé ha hecho olvidar en Sión solemnidades y sábados; en el ardor de su cólera ha desechado al rey y al sacerdote. (Lamentaciones 2, 6)
En tiempos de estos reyes, Dios hará surgir un Reino que jamás será destruido. Este Reino no pasará a otras manos, sino que pulverizará y destruirá a todos estos reinos y él permanecerá eternamente. (Daniel 2, 44)
«¡Paz abundante! Doy orden de que en todos los dominios de mi reino se tema y se respete al Dios de Daniel, porque él es el Dios vivo que existe eternamente, su reino no será destruido y su imperio durará hasta el fin. (Daniel 6, 27)
A él se le dio poder, honor y reino, y todos los pueblos y las naciones de todos los idiomas le sirvieron. Su poder es poder eterno y que nunca pasará; y su reino jamás será destruido (Daniel 7, 14)
Pero llegará el juicio y se le quitará su imperio; será destruido, borrado totalmente. (Daniel 7, 26)
Llevará a cabo sus engaños, se creerá mucho y, en plena paz, destruirá a muchos. Incluso se alzará contra el Príncipe de los príncipes, pero, sin que intervenga mano alguna, será destruido (Daniel 8, 25)