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  • debido a todas las maldades que han cometido para hacerme enojar los hijos de Israel y de Judá, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes, sus profetas, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. (Jeremías 32, 32)

  • Y así como se quemaron perfumes para tus antepasados, los reyes que gobernaron antes que tú, así también se quemarán en tu honor y se recitará por ti la lamentación «¡Ay, Señor!», pues soy yo quien lo afirma, dice Yavé. (Jeremías 34, 5)

  • ¿Acaso se han olvidado ustedes de los crímenes cometidos por sus padres, por los reyes de Judá y sus mujeres, por ustedes y sus mujeres, en Judá y en las calles de Jerusalén? (Jeremías 44, 9)

  • pues nosotros continuaremos haciendo lo que hemos decidido: ofreceremos incienso a la reina del cielo y derramaremos vino en su honor como lo hacíamos nosotros, nuestros padres, nuestros reyes y príncipes en las ciudades de Judá y en los barrios de Jerusalén. Entonces teníamos harto pan, éramos felices y en todo nos iba bien. (Jeremías 44, 17)

  • «¿No ha sido, justamente, ese incienso que ustedes han ofrecido en las ciudades de Judá y en los barrios de Jerusalén, junto con sus padres, reyes y príncipes, lo que ha recordado Yavé y lo que le ha hecho palpitar el corazón? (Jeremías 44, 21)

  • Miren ese pueblo que viene del norte, es una gran nación, sus reyes poderosos se levantan desde los confines del mundo. (Jeremías 50, 41)

  • Le habló amigablemente y le concedió un trato superior al de los otros reyes que estaban con él en Babilonia. (Jeremías 52, 32)

  • Nunca creyeron los reyes de la tierra, ni cuantos viven en el mundo, que adversarios y enemigos entrarían por las puertas de Jerusalén. (Lamentaciones 4, 12)

  • a nuestros reyes y nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres, (Baruc 1, 16)

  • Por eso el Señor cumplió la palabra que había pronunciado en contra nuestra, contra nuestros gobernantes que gobernaron a Israel, contra nuestros reyes y nuestros jefes, tanto en Israel como en Judá. (Baruc 2, 1)

  • Nosotros no nos apoyamos en los méritos de nuestros padres y de nuestros reyes para depositar nuestra súplica en tu presencia, Señor Dios. (Baruc 2, 19)

  • Pero nosotros no escuchamos tu invitación de servir al rey de Babilonia; entonces tú cumpliste las palabras que habías pronunciado por ministerio de tus siervos los profetas: los huesos de nuestros reyes y los de nuestros padres serían sacados de su lugar. (Baruc 2, 24)


“De que vale perder-se em vãos temores?” São Padre Pio de Pietrelcina