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  • De nuevo, el rey de los asirios mandó mensajeros a Ezequías diciéndoles: «Así dirán a Ezequías, rey de Judá: Que no se burle de ti tu Dios en quien confías, cuando te hace creer que no caerá Jerusalén en manos del rey de Asur. (2 Reyes 19, 10)

  • Nuevamente los filisteos invadieron el valle y, de nuevo, (1 Crónicas 14, 13)

  • Hubo guerra de nuevo en Gat, y había un hombre de gran estatura que tenía veinticuatro dedos, seis en cada mano y pie. (1 Crónicas 20, 6)

  • Dio comienzo a las obras el día dos del segundo mes del año cuarto de su reinado. (2 Crónicas 3, 2)

  • El resto de los hechos de Salomón, del comienzo al fin, ¿no están escritos en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías el silonita, y en las visiones de Idó, el profeta, sobre Jeroboam, hijo de Nabat? (2 Crónicas 9, 29)

  • Israel vio que el nuevo rey no los atendía y replicaron al rey: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia que recibir del hijo de Jesé. ¡A tus tiendas, Israel! Mira ahora por tu casa, David.» (2 Crónicas 10, 16)

  • Los hechos de Roboam, del comienzo al fin, ¿no están escritos según el orden genealógico en la historia del profeta Semaías y del vidente Idó? Hubo guerra continua entre Roboam y Jeroboam. (2 Crónicas 12, 15)

  • Los hechos de Asá, del comienzo al fin, están escritos en el Libro de los Reyes de Judá y de Israel. (2 Crónicas 16, 11)

  • Entonces Josafat se puso de pie en medio de la asamblea de Judá en Jerusalén, en la Casa de Yavé, delante del patio nuevo. (2 Crónicas 20, 5)

  • Lo demás referente a Josafat, del comienzo al fin, está escrito en la historia de Jehú, hijo de Jananí, que se halla insertada en el libro de los Reyes de Israel. (2 Crónicas 20, 34)

  • Lo demás referente a Amasías, del comienzo al fin, ¿no está escrito en el libro de los Reyes de Judá y de Israel? (2 Crónicas 25, 26)

  • El resto de los hechos de Ozías, del comienzo al fin, los escribió el profeta Isaías, hijo de Amís. (2 Crónicas 26, 22)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina