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  • Salomón puso en la Casa de Yavé todos los objetos que había mandado hacer: el altar de oro y la mesa de oro, donde se ponían los panes de la ofrenda, (1 Reyes 7, 48)

  • Así fue concluida toda la obra que hizo el rey Salomón para la Casa de Yavé. Salomón hizo traer todo lo consagrado por David, su padre, la plata, el oro y todos los otros objetos, y los puso en los tesoros de la Casa de Yavé. (1 Reyes 7, 51)

  • Salomón congregó en Jerusalén a todos los jefes de Israel, a los jefes de sus tribus y a los príncipes de sus familias, para subir el Arca de la Alianza de Yavé desde la ciudad de David llamada Sión. (1 Reyes 8, 1)

  • Todos los hombres de Israel se reunieron junto a Salomón en el mes de Etanim, que es el séptimo del año, en la Fiesta de las Chozas. (1 Reyes 8, 2)

  • El rey Salomón y toda la comunidad de Israel, reunida con él ante el Arca, sacrificaron ovejas y bueyes en tal cantidad que no se podían contar. (1 Reyes 8, 5)

  • Entonces Salomón declaró: «Yavé ha dicho que permanecía en una espesa nube. (1 Reyes 8, 12)

  • Entonces Salomón se puso ante el altar de Yavé, en presencia de toda la asamblea de Israel. Extendió sus manos al cielo (1 Reyes 8, 22)

  • escucha tú desde los cielos su oración y plegaria y hazles justicia. (1 Reyes 8, 45)

  • Al terminar Salomón esta plegaria y esta súplica, se levantó de delante del altar de Yavé, del lugar donde estaba arrodillado con las manos extendidas hacia el cielo, (1 Reyes 8, 54)

  • Salomón ofreció como sacrificios de comunión veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así fue inaugurada la Casa de Yavé. (1 Reyes 8, 63)

  • En aquella ocasión celebró Salomón la fiesta de las Chozas, y con él todo Israel. Era una gran asamblea, pues habían venido desde la entrada de Jamat hasta el torrente de Egipto. Estuvieron en presencia de Yavé durante siete días y siete noches. (1 Reyes 8, 65)

  • Cuando Salomón hubo terminado la Casa de Yavé, el palacio real y todo cuanto quiso construir, (1 Reyes 9, 1)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina