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Le contestó: «Está bien, servidor bueno; ya que fuiste fiel en cosas muy pequeñas, ahora te confío el gobierno de diez ciudades.» (Evangelio según San Lucas 19, 17)
Le contestó el rey: «Por tus propias palabras te juzgo, servidor inútil. Si tú sabías que soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado, (Evangelio según San Lucas 19, 22)
En el momento oportuno envió a un servidor a los inquilinos para que le entregaran su parte del fruto de la viña. Pero los inquilinos lo golpearon y lo hicieron volver con las manos vacías. (Evangelio según San Lucas 20, 10)
Volvió a mandar a otro servidor, que también lo golpearon, lo insultaron y lo echaron con las manos vacías. (Evangelio según San Lucas 20, 11)
Y uno de ellos hirió al servidor del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha. (Evangelio según San Lucas 22, 50)
El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Y al que me sirve, el Padre le dará un puesto de honor. (Evangelio según San Juan 12, 26)
En verdad les digo: El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía. (Evangelio según San Juan 13, 16)
Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. (Evangelio según San Juan 15, 15)
Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más que su patrón. Si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes. ¿Acaso acogieron mi enseñanza? ¿Cómo, pues, acogerían la de ustedes? (Evangelio según San Juan 15, 20)
Ahora levántate y ponte en pie: me he manifestado a ti para hacerte servidor y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te mostraré más adelante. (Hecho de los Apóstoles 26, 16)
¿Y quién eres tú para criticar al servidor de otro? Si se mantiene en pie o se cae es asunto de su patrón. Pero no se caerá, porque su Señor tiene poder para mantenerlo en pie. (Carta a los Romanos 14, 4)
de la que he llegado a ser servidor sin mérito alguno mío, pues Dios me concedió esta gracia en el momento que su fuerza actuó en mí. (Carta a los Efesios 3, 7)