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  • Así santificaré la Tienda de las Citas con el altar; así santificaré a Aarón y a sus hijos para que sean sacerdotes míos. (Exodo 29, 44)

  • Recibirás el dinero de esta expiación de mano de los hijos de Israel y lo destinarás para el servicio de la Tienda de las Citas. Con este medio los israelitas harán que Yavé se acuerde de ellos y rescatarán sus vidas.» (Exodo 30, 16)

  • «Harás una pila de bronce con un pie de bronce para el lavatorio. La colocarás entre la Tienda de las Citas y el altar y se echará agua en ella (Exodo 30, 18)

  • para que Aarón y sus hijos se laven las manos y los pies. Que se laven con esta agua cuando entren a la Tienda de las Citas, no sea que mueran. (Exodo 30, 19)

  • Con él ungirás la Tienda de las Citas y el Arca del Testimonio, (Exodo 30, 26)

  • molerás una parte, que pondrás delante del Testimonio, en la Tienda de las Citas, donde yo me reúno contigo. Será para ustedes cosa sacratísima. (Exodo 30, 36)

  • la Tienda de las Citas, el Arca del Testimonio, el Lugar del Perdón que la cubre, y todos los utensilios de la Tienda; (Exodo 31, 7)

  • Entonces Moisés tomó la Tienda de campaña y la plantó a cierta distancia, fuera del campamento. La llamó Tienda de las Citas divinas, y todo el que quería consultar a Yavé tenía que ir a la Tienda de la Citas, fuera del campamento. (Exodo 33, 7)

  • Cada vez que Moisés iba a la Tienda de las Citas, todo el pueblo se ponía de pie a la entrada de sus carpas, y los ojos de todos lo seguían, hasta que entraba en ella. (Exodo 33, 8)

  • Y al entrar Moisés en la Tienda, la nube en forma de columna bajaba y se detenía a la entrada de la Tienda, mientras Yavé hablaba a Moisés. (Exodo 33, 9)

  • Cuando el pueblo veía la nube parada junto a la entrada de la Tienda, todos se ponían de pie y luego se postraban cada uno ante su carpa. (Exodo 33, 10)

  • Yavé hablaba con Moisés, cara a cara, como habla un hombre con su prójimo. Después Moisés volvía al campamento, pero su ayudante, el joven Josué, hijo de Nun, no se alejaba de la Tienda. (Exodo 33, 11)


O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina