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  • Cuando David terminó de dirigir estas palabras a Saúl, este exclamó: "¿No es esa tu voz, hijo mío, David?", y prorrumpió en sollozos. (I Samuel 24, 17)

  • Luego dijo a David: "La justicia está de tu parte, no de la mía. Porque tú me has tratado bien y yo te he tratado mal. (I Samuel 24, 18)

  • Así se lo juró David a Saúl, y este se fue a su casa, mientras David y sus hombres subían a su refugio. (I Samuel 24, 23)

  • Mientras tanto, murió Samuel. Todo Israel se reunió y estuvo de duelo por él, y lo sepultaron en su casa, en Ramá. David, por su parte, bajó al desierto de Parán. (I Samuel 25, 1)

  • David oyó en el desierto que Nabal estaba esquilando su rebaño, (I Samuel 25, 4)

  • Pregunta a tus servidores y ellos te informarán. Que estos muchachos reciban de ti una buena acogida, ya que llegamos en un día de fiesta. Dales, te lo ruego, lo que tengas a mano, para tus servidores y para tu hijo David’". (I Samuel 25, 8)

  • Los jóvenes fueron a decir a Nabal todas estas cosas de parte de David, y se quedaron esperando. (I Samuel 25, 9)

  • Pero Nabal respondió a los servidores de David: "¿Quién es David y quién es el hijo de Jesé? Hoy en día hay muchos esclavos que se evaden de su dueño. (I Samuel 25, 10)

  • Los jóvenes de David reanudaron la marcha y se fueron de vuelta. Al llegar, transmitieron a David todas estas palabras. (I Samuel 25, 12)

  • Entonces David dijo a sus hombres: "Que cada uno se ciña su espada". Ellos se ciñeron cada uno su espada, y también David se ciñó la suya. Luego, unos cuatrocientos hombres subieron detrás de David, y los otros doscientos se quedaron con el equipaje. (I Samuel 25, 13)

  • Uno de sus servidores le avisó a Abigail, la esposa de Nabal: "Mira que David envió a unos emisarios desde el desierto, para saludar a nuestro patrón, y él se abalanzó sobre ellos. (I Samuel 25, 14)

  • Mientras Abigail, montada en su asno, bajaba por un recodo de la montaña, David y sus hombres bajaban en dirección a ella. (I Samuel 25, 20)


“Quando Jesus vem a nós na santa comunhão, encontra alegria em Sua criatura. Por nossa parte, procuremos Nele a nossa alegria.” São Padre Pio de Pietrelcina