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  • Así se apoderó de las ciudades fortificadas de Judá y llegó a Jerusalén. (II Crónicas 12, 4)

  • Edificó ciudades fortificadas en Judá, porque el país estaba en paz, y durante aquellos años nadie le hizo la guerra ya que el Señor le había dado tranquilidad. (II Crónicas 14, 5)

  • Instaló destacamentos en todas las ciudades fortificadas de Judá, y puso gobernadores en el territorio de Judá y en las ciudades de Efraím que había conquistado su padre Asá. (II Crónicas 17, 2)

  • Estos eran los que estaban al servicio del rey, sin contar los que él había apostado en las ciudades fortificadas de todo Judá. (II Crónicas 17, 19)

  • Estableció jueces en el país, en todas y cada una de las ciudades fortificadas de Judá, (II Crónicas 19, 5)

  • Su padre les había hecho muchos regalos de oro, plata y objetos preciosos, además de algunas ciudades fortificadas de Judá. Pero él había entregado el reino a Jorám porque era el hijo mayor; (II Crónicas 21, 3)

  • Después de estos acontecimientos y de todas estas pruebas de fidelidad, Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá, sitió las ciudades fortificadas y mandó expugnarlas. (II Crónicas 32, 1)

  • Antíoco ocupó las ciudades fortificadas de Egipto y saqueó todo el país. (I Macabeos 1, 19)

  • En dos torres muy bien fortificadas y abastecidas de todo lo necesario para resistir el asedio, se habían refugiado no menos de nueve mil hombres. (II Macabeos 10, 18)

  • La lengua triple ha hecho tambalear a muchos y los dispersó de nación en nación; ella arrasó ciudades fortificadas y echó por tierra casas de potentados; (Eclesiástico 28, 14)

  • ese hombre habitará en las alturas, rocas fortificadas serán su baluarte, se le dará su pan y tendrá el agua asegurada. (Isaías 33, 16)

  • El decimocuarto año del rey Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas. (Isaías 36, 1)


“O Senhor se comunica conosco à medida que nos libertamos do nosso apego aos sentidos, que sacrificamos nossa vontade própria e que edificamos nossa vida na humildade.” São Padre Pio de Pietrelcina