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  • Cuando los mensajeros llegaron a Guibeá de Saúl y comunicaron la noticia en presencia del pueblo, todos se pusieron a llorar a gritos. (I Samuel 11, 4)

  • Apenas terminó de hablar, entraron los hijos del rey y se pusieron a llorar a gritos. También el rey y todos sus servidores derramaron abundantes lágrimas. (II Samuel 13, 36)

  • Todo el mundo lloraba a gritos, mientras el pueblo iba avanzando. El rey permanecía de pie en el torrente Cedrón, y todo el pueblo desfilaba ante él en dirección al desierto. (II Samuel 15, 23)

  • Después, todo el pueblo volvió a subir detrás de él, al son de las flautas y dando tales señales de alegría, que la tierra parecía estallar bajo sus gritos. (I Reyes 1, 40)

  • Los porteros lanzaron gritos hacia el interior de la ciudad, y se hizo llegar la noticia a la casa del rey. (II Reyes 7, 11)

  • Así lo juraron al Señor en alta voz, con gritos de júbilo y al son de trompetas y cuernos. (II Crónicas 15, 14)

  • Todo el pueblo, los jóvenes, las mujeres y los niños se amotinaron contra Ozías y contra los jefes de la ciudad, y clamaban a gritos, diciendo a los ancianos: (Judit 7, 23)

  • Cuando terminó de hablar, el pueblo la aclamó dando grandes vítores, y los gritos de júbilo se extendieron por toda la ciudad. (Judit 14, 9)

  • Él lanzó un alarido, llorando y sollozando; y dando grandes gritos, desgarró sus vestiduras. (Judit 14, 16)

  • Al oír estas palabras, los jefes del ejército asirio rasgaron sus túnicas, completamente desconcertados, y lanzaron grandes gritos y alaridos por todo el campamento. (Judit 14, 19)

  • Entonces mi pueblo humillado gritó de alegría y los otros se llenaron de espanto; mis débiles lanzaron gritos de triunfo y ellos quedaron aterrados; mi pueblo alzó su voz y ellos se dieron a la fuga. (Judit 16, 11)

  • Cuando Mardoqueo se enteró de lo que había pasado, rasgó sus vestiduras, se puso un sayal, se cubrió de ceniza y salió por la ciudad dando gritos de amargura, (Ester 4, 1)


“Viva sempre sob o olhar do Bom Pastor e você ficara’ imune aos pastos contaminados.” São Padre Pio de Pietrelcina