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  • Absalón había puesto al frente del ejército a Amasá, en lugar de Joab. Amasá era hijo de un hombre llamado Itrá, el ismaelita, que se había unido a Abigail, hija de Jesé y hermana de Seruiá, la madre de Joab. (II Samuel 17, 25)

  • Hadad se ganó a tal punto el favor del Faraón, que este le dio por esposa a su cuñada, la hermana de Tajfenés, la reina madre. (I Reyes 11, 19)

  • La hermana de Tajfenés le dio un hijo, llamado Guenubat, al que Tajfenés crió en la casa del Faraón. Así Guenubat permaneció en la casa del Faraón, entre los hijos de este. (I Reyes 11, 20)

  • Pero Josebá, hija del rey Jorám y hermana de Ocozías, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó secretamente de en medio de los hijos del rey que iban a ser masacrados, y lo puso con su nodriza en la sala que servía de dormitorio. Así lo ocultó a los ojos de Atalía y no lo mataron. (II Reyes 11, 2)

  • Los hijos de Lotán fueron Jorí y Homám; y la hermana de Lotán fue Timná. (I Crónicas 1, 39)

  • Estos son todos los hijos de David, sin contar los hijos de sus concubinas. La hermana de ellos fue Tamar. (I Crónicas 3, 9)

  • Los hijos de Pedaías fueron Zorobabel y Simei; los hijos de Zorobabel, Mesulám, Jananías, y Selomit, hermana de ellos. (I Crónicas 3, 19)

  • Los descendientes de Etám fueron Izreel, Ismá e Ibdás. Su hermana se llamaba Haslelponí. (I Crónicas 4, 3)

  • También tuvo hijos la mujer de Odías, hermana de Nájam, padre de Queilá, el garmita, y de Estemoa, el maacatita. (I Crónicas 4, 19)

  • Maquir le dio una esposa a Jupím y otra a Supím. El nombre de su hermana era Maacá. El segundo de sus descendientes se llamaba Selofjad, y este no tuvo más que hijas. (I Crónicas 7, 15)

  • Su hermana Amolequet dio a luz a Ishod, Abiézer y Majlá. (I Crónicas 7, 18)

  • Los descendientes de Aser fueron Imná, Isvá, Isví, Beriá y Séraj, la hermana de estos. (I Crónicas 7, 30)


“O Santo Sacrifício da Missa é o sufrágio mais eficaz, que ultrapassa todas as orações, as boas obras e as penitências. Infalivelmente produz seu efeito para vantagem das almas por sua virtude própria e imediata.” São Padre Pio de Pietrelcina