pronađen 334 Rezultati za: Madre

  • Deportó a Joaquín a Babilonia; y también llevó deportados de Jerusalén a Babilonia a la madre y a las mujeres del rey, a sus eunucos y a los grandes del país. (II Reyes 24, 15)

  • Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamutal, hija de Jeremías, y era de Libná. (II Reyes 24, 18)

  • Ierajmeel tuvo otra mujer, llamada Atará, que fue la madre de Onám. (I Crónicas 2, 26)

  • a quien dio como esposa a una de sus hijas, y esta fue madre de Atai. (I Crónicas 2, 35)

  • Pero Iabés fue más célebre que sus hermanos, y su madre le puso el nombre de Iabés, diciendo: "Di a luz con dolor". (I Crónicas 4, 9)

  • El rey Roboám se reafirmó en Jerusalén y siguió reinando. Roboám tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que el Señor eligió entre todas las tribus de Israel para poner su Nombre en ella. Su madre se llamaba Naamá, la amonita. (II Crónicas 12, 13)

  • y reinó tres años en Jerusalén. Su madre se llamaba Micaía, hija de Uriel, de Guibeá. Abías y Jeroboám se hicieron la guerra. (II Crónicas 13, 2)

  • El rey Asá despojó incluso del rango de Reina Madre a su abuela Maacá, por haber dedicado un horrendo fetiche a la diosa Aserá. Asá eliminó ese fetiche, lo redujo a polvo y lo quemó en el torrente Cedrón. (II Crónicas 15, 16)

  • Josafat reinó sobre Judá. Tenía treinta y cinco años cuando inició su reinado, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí. (II Crónicas 20, 31)

  • Ocozías tenía cuarenta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó un solo año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía, y era hija de Omrí. (II Crónicas 22, 2)

  • Él también siguió los caminos de la casa de Ajab, porque su madre lo instigaba a cometer el mal. (II Crónicas 22, 3)

  • Atalía, la madre de Ocozías, al ver que había muerto su hijo, comenzó a exterminar todo el linaje real de la tribu de Judá. (II Crónicas 22, 10)


“Imitemos o coração de Jesus, especialmente na dor, e assim nos conformaremos cada vez mais e mais com este coração divino para que, um dia, lá em cima no Céu, também nós possamos glorificar o Pai celeste ao lado daquele que tanto sofreu”. São Padre Pio de Pietrelcina