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"¿Acaso el Señor no recordó y tuvo bien presente ese incienso que ustedes quemaban en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, ustedes y sus padres, sus reyes y sus príncipes, y también el pueblo del país? (Jeremías 44, 21)
Por haber confiado en tus obras y en tus tesoros, también tú serás capturado. Quemós irá hacia el destierro, con sus sacerdotes y sus príncipes. (Jeremías 48, 7)
¡Gime, Jesbón, porque Hai ha sido devastada, lancen gritos, hijas de Rabá! ¡Pónganse un cilicio, laméntense, y vayan de aquí para allá por los cercos, porque Milcóm va al cautiverio, con sus sacerdotes y sus príncipes! (Jeremías 49, 3)
Porque pondré mi trono en Elám, y haré desaparecer de allí al rey y a los príncipes -oráculo del Señor-. (Jeremías 49, 38)
¡Una espada contra los caldeos -oráculo del Señor- y sobre los habitantes de Babel, sobre sus príncipes y sus sabios! (Jeremías 50, 35)
Yo embriagaré a sus príncipes y a sus sabios, a sus gobernadores, a sus prefectos y sus guerreros: ellos dormirán el sueño eterno y no se despertarán -oráculo del Rey cuyo nombre es Señor de los ejércitos-. (Jeremías 51, 57)
La hija de Sión ha perdido todo su esplendor. Sus príncipes parecían ciervos que no encuentran donde pastar: iban caminando sin fuerzas delante del perseguidor. (Lamentaciones 1, 6)
El Señor devoró sin piedad todas las moradas de Jacob; derribó en su indignación las fortalezas de la hija de Judá; echó por tierra y profanó el reino y sus príncipes. (Lamentaciones 2, 2)
Sus puertas se hundieron en la tierra, él quebró sus cerrojos; su rey y sus príncipes están entre las naciones, ¡no hay más Ley! Tampoco sus profetas obtienen visiones de parte del Señor. (Lamentaciones 2, 9)
Los príncipes fueron colgados de las manos, no se respetó la dignidad de los ancianos. (Lamentaciones 5, 12)
en presencia de las autoridades y de los príncipes reales, de los ancianos y de todo el pueblo -desde el más pequeño hasta el más grande- de todos los que habitaban en Babilonia junto al río Sud. (Baruc 1, 4)
después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó desde Jerusalén y llevó a Babilonia a Jeconías, a los príncipes, a los rehenes, a los nobles y a la gente del país. (Baruc 1, 9)