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  • son pura vanidad, una obra ridícula, perecerán cuando haya que dar cuenta. (Jeremías 51, 18)

  • Como son simples pedazos de madera recubiertos de oro y plata, más tarde se sabrá que son pura mentira. Se pondrá de manifiesto a todas las naciones y a todos los reyes que no son dioses, sino obras de manos de hombres, y que no hay nada en ellos que sea obra de Dios. (Baruc 6, 50)

  • Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. (Ezequiel 36, 25)

  • Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. (Daniel 7, 9)

  • Galaad es pura falsedad, ellos se han convertido en nada; en Guilgal sacrifican toros: así sus altares serán como un montón de piedras sobre los surcos del campo. (Oseas 12, 12)

  • ¡Sus ricos están llenos de violencia, sus habitantes hablan falsamente y la lengua es pura mentira en su boca! (Miqueas 6, 12)

  • Pero desde la salida del sol hasta su ocaso, mi Nombre es grande entre las naciones y en todo lugar se presenta a mi Nombre un sacrificio de incienso y una ofrenda pura; porque mi Nombre es grande entre las naciones, dice el Señor de los ejércitos. (Malaquías 1, 11)

  • Yo estoy celoso de ustedes con el celo de Dios, porque los he unido al único Esposo, Cristo, para presentarlos a él como una virgen pura. (II Corintios 11, 2)

  • Por haberse apartado de esto, algunos terminaron en pura palabrería (I Timoteo 1, 6)

  • Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura. (I Timoteo 3, 9)

  • Doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura al igual que mis antepasados, recordándote constantemente, de día y de noche, en mis oraciones. (II Timoteo 1, 3)

  • Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura. (Hebreos 10, 22)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina