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  • Decían: «¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir». (Juan 16, 18)

  • y acercándose, le decían: «¡Salud, rey de los ju-díos!», y lo abofeteaban. (Juan 19, 3)

  • Con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? (Hechos 2, 7)

  • Unos a otros se decían con asombro: «¿Qué significa esto?». (Hechos 2, 12)

  • Todos, desde el más pequeño al más grande, lo seguían y decían: «Este hombre es la Fuerza de Dios, esa que es llamada Grande». (Hechos 8, 10)

  • Todos los que lo oían quedaban sorprendidos y decían: «¿No es este aquel mismo que perseguía en Jerusalén a los que invocan este Nombre, y que vino aquí para llevarlos presos ante los jefes de los sacerdotes?». (Hechos 9, 21)

  • Al oír las palabras «resurrección de los muertos», unos se burlaban y otros decían: «Otro día te oiremos hablar sobre esto». (Hechos 17, 32)

  • Decían esto porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo de Éfeso, y creían que Pablo lo había introducido en el Templo. (Hechos 21, 29)

  • Ellos esperaban que se hinchara o cayera muerto. Después de un largo rato, viendo que no le pasaba nada, cambiaron de opinión y decían: «Es un dios». (Hechos 28, 6)

  • Ellos les decían: «En los últimos tiempos habrá gente que se burlará de todo y vivirá de acuerdo con sus pasiones impías». (Judas 1, 18)

  • También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: «Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos». (Apocalipsis 5, 13)

  • Los cuatro Seres Vivientes decían: «¡Amén!», y los Ancianos se postraron en actitud de adoración. (Apocalipsis 5, 14)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina