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  • ¡Asna salvaje, habituada al desierto! En el ardor de su deseo aspira el viento: ¿quién puede refrenar su ansiedad? Los que la buscan no necesitan fatigarse, en su tiempo de celo se la encuentra. (Jeremías 2, 24)

  • ¡Qué clase de gente son ustedes! Vean lo que dice el Señor: ¿Acaso he sido yo para Israel un desierto o una tierra tenebrosa? ¿Por qué dice mi pueblo: "Somos libres, ya no acudiremos a ti"? (Jeremías 2, 31)

  • Alza tus ojos a los montes desolados y mira: ¿dónde no has sido violada? Te sentabas a la espera junto a los caminos, como el árabe en el desierto; así has contaminado el país con tus prostituciones y tu maldad. (Jeremías 3, 2)

  • En aquel tiempo, se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento abrasador, sobre los montes desolados, avanza por el desierto hacia la hija de mi pueblo, y no es para aventar y desgranar el trigo: (Jeremías 4, 11)

  • Miro, y el vergel es un desierto, todas sus ciudades están en ruinas, delante del Señor, delante del ardor de su ira. (Jeremías 4, 26)

  • ¡Ah, si tuviera en el desierto un albergue de caminantes! Yo abandonaría a mi pueblo y me iría lejos de ellos. Porque todos son adúlteros, una banda de traidores. (Jeremías 9, 1)

  • Yo haré resonar en las montañas llantos y gemidos, y en las praderas del desierto, un canto fúnebre. Porque están abrasadas, nadie transita por ellas, y no se escucha el rumor de los rebaños; desde los pájaros del cielo hasta el ganado todos huyeron, se han ido. (Jeremías 9, 9)

  • ¿Quién es el hombre bastante sabio para comprender todo esto? ¿A quien le habló la boca del Señor para que lo anuncie? ¿Por qué ha perecido el país, ha sido abrasado como el desierto por donde nadie transita? (Jeremías 9, 11)

  • a Egipto, a Judá, a Edóm, a los amonitas, a Moab y a todos los "Sienes rapadas" que habitan en el desierto. Porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón. (Jeremías 9, 25)

  • Muchos pastores han arrasado mi viña, han pisoteado mi parcela, han hecho de mi parcela deliciosa un desierto desolado; (Jeremías 12, 10)

  • Por todos los montes del desierto llegaron devastadores, porque el Señor tiene una espada que devora de un extremo al otro del país: ¡no hay paz para ningún ser viviente! (Jeremías 12, 12)

  • Pero yo los dispersaré como paja al viento del desierto. (Jeremías 13, 24)


“O amor tudo esquece, tudo perdoa, sem reservas.” São Padre Pio de Pietrelcina