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  • En la morada del sabio hay tesoros preciosos y perfume, pero el necio se los devora. (Proverbios 21, 20)

  • El necio se cruza de brazos y se devora a sí mismo. (Eclesiastés 4, 5)

  • Otro viento devora las montañas, abrasa el desierto y consume la hierba como un fuego. (Eclesiástico 43, 21)

  • Por eso, como la lengua de fuego devora la paja y la hierba seca se consume en la llama, así su raíz será como podredumbre y su brote se disipará como el polvo, porque rechazaron la ley del Señor de los ejércitos y despreciaron la palabra del Santo de Israel. (Isaías 5, 24)

  • Porque la maldad quema como el fuego, devora cardos y espinas, arde en las espesuras del bosque, y el humo se alza en torbellinos. (Isaías 9, 17)

  • cada uno devora la carne de su prójimo: corta a la derecha, y queda con hambre; devora a la izquierda, y no se sacia. (Isaías 9, 19)

  • Manasés devora a Efraím, Efraím a Manasés, y los dos juntos acometen contra Judá. A pesar de todo esto, no se aplacó su ira y su mano está aún extendida. (Isaías 9, 20)

  • Por eso la Maldición devora la tierra y sus habitantes soportan la pena; por eso se consumen los habitantes de la tierra y no quedan más que unos pocos. (Isaías 24, 6)

  • Por todos los montes del desierto llegaron devastadores, porque el Señor tiene una espada que devora de un extremo al otro del país: ¡no hay paz para ningún ser viviente! (Jeremías 12, 12)

  • Pero ese día es para el Señor de los ejércitos un día de venganza para vengarse de sus adversarios. La espada devora y se sacia, se abreva de su sangre. Porque el Señor de los ejércitos tiene un sacrificio en el país del Norte, junto al río Éufrates. (Jeremías 46, 10)

  • ¡Anúncienlo en Egipto, proclámenlo en Nigdol, háganlo oír en Nof y Tafnis! Digan: ¡De pie, prepárate, porque la espada devora a tu alrededor! (Jeremías 46, 14)

  • A la sombra de Jesbón se detienen los fugitivos exhaustos, pero sale un fuego de Jesbón y una llama de la ciudad de Sijón; ella devora las sienes de Moab y el cráneo de los turbulentos. (Jeremías 48, 45)


“Uma Missa bem assistida em vida será mais útil à sua salvação do que tantas outras que mandarem celebrar por você após sua morte!” São Padre Pio de Pietrelcina