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  • Yo escuché con la mayor atención: ellos no hablan como es debido, ni uno solo se arrepiente de su maldad, diciendo: "¿Qué es lo que hice?". Todos vuelven a sus andanzas, como un caballo que se lanza al combate. (Jeremías 8, 6)

  • que yo prescribí a los padres de ustedes, el día en que los hice salir del país de Egipto, de ese horno para fundir el hierro. Yo les dije: Escuchen mi voz y obren conforme a todo lo que les prescribo; entonces ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios. (Jeremías 11, 4)

  • Así mantendré el juramento que hice a sus padres, de darles una tierra que mana leche y miel, como sucede en el día de hoy. Yo respondí: "Amén, Señor". (Jeremías 11, 5)

  • Porque yo dirigí una solemne advertencia a sus padres el día en que los hice salir del país de Egipto, y hasta el día de hoy les he advertido incansablemente, diciendo: "¡Escuchen mi voz!". (Jeremías 11, 7)

  • Pero ellos no han escuchado ni han inclinado sus oídos, sino que han seguido los impulsos de su corazón obstinado y perverso. Por eso hice venir sobre ellos todas las palabras de esta Alianza, que yo les había ordenado practicar y ellos no han practicado. (Jeremías 11, 8)

  • Así habla el Señor: A todos mi malos vecinos que tocan la herencia que hice heredar a mi pueblo Israel, yo los voy a arrancar de su suelo, y a la casa de Judá la arrancaré de en medio de ellos. (Jeremías 12, 14)

  • Yo los aventé con la horquilla por las ciudades del país. Dejé sin hijos a mi pueblo, lo hice perecer, porque no se apartaban de sus caminos. (Jeremías 15, 7)

  • Hice a sus viudas más numerosas que la arena de los mares; hice venir en pleno mediodía un devastador sobre las madres de los jóvenes guerreros; hice caer de repente sobre ellas la angustia y el pánico. (Jeremías 15, 8)

  • Yo tomé la copa de la mano del Señor y se la hice beber a todas las naciones a las que me había enviado el Señor: (Jeremías 25, 17)

  • Con mi gran fuerza y mi brazo poderoso, yo hice la tierra, al hombre y los animales que están sobre la superficie de la tierra, y los entrego a quien me parece bien. (Jeremías 27, 5)

  • Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, a todos los desterrados que yo hice deportar de Jerusalén a Babilonia: (Jeremías 29, 4)

  • ¿Por qué gritas a causa de tu herida, de tu dolor incurable? A causa de tu gran iniquidad, porque tus pecados eran graves, yo te hice todo esto. (Jeremías 30, 15)


“Quanto maiores forem os dons, maior deve ser sua humildade, lembrando de que tudo lhe foi dado como empréstimo.” São Padre Pio de Pietrelcina