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Porque yo soy el Señor, el que los hice subir del país de Egipto para ser su Dios. Ustedes serán santos, porque yo soy santo. (Levítico 11, 45)
Cuando ustedes entren en la tierra de Canaán -esa tierra que yo les daré en posesión- y cuando haga aparecer manchas de lepra en alguna de las casas del país que ustedes van a poseer, (Levítico 14, 34)
Ustedes no imitarán las costumbres de Egipto -ese país donde ustedes habitaron- ni tampoco las de Canaán -esa tierra adonde yo los haré entrar- . No seguirán sus preceptos, (Levítico 18, 3)
y por eso el país quedó profanado. Yo les he pedido cuenta de su iniquidad, y el país ha vomitado a sus habitantes. (Levítico 18, 25)
Porque todas esas abominaciones fueron cometidas por los hombres que habitaron el país antes que ustedes, y por eso el país ha sido profanado. (Levítico 18, 27)
Tú les dirás a los israelitas: Cualquier hombre entre ustedes, o entre los extranjeros residentes en Israel, que entregue a alguno de sus descendientes a Moloc, será castigado con la muerte: el pueblo del país lo hará morir a pedradas. (Levítico 20, 2)
Y si el pueblo del país cierra sus ojos ante ese hombre, cuando él entrega un descendiente suyo a Moloc, y no lo mata, (Levítico 20, 4)
para que las generaciones futuras sepan que yo hice vivir en chozas a los israelitas, cuando los hice salir del país de Egipto. Yo soy el Señor, su Dios. (Levítico 23, 43)
Entonces harás resonar un fuerte toque de trompeta: el día diez del séptimo mes -el día de la Expiación- ustedes harán sonar la trompeta en todo el país. (Levítico 25, 9)
Así santificarán el quincuagésimo año, y proclamarán una liberación para todos los habitantes del país. Este será para ustedes un jubileo: cada uno recobrará su propiedad y regresará a su familia. (Levítico 25, 10)
Yo aseguraré la paz en el país y ustedes descansarán sin que nadie los perturbe: alejaré del país los animales dañinos y ninguna espada asolará la tierra. (Levítico 26, 6)
Los dispersaré entre las naciones y desenvainaré la espada detrás de ustedes. Así el país se convertirá en un desierto y sus ciudades, en ruinas. (Levítico 26, 33)