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Se presentaron muchos israelitas, pero Matatías y sus hijos se agruparon aparte. (I Macabeos 2, 16)
Al enterarse de su llegada, los mercaderes de la región se presentaron en el campamento con mucha plata y oro, y provistos también de cadenas para llevar como esclavos a los israelitas. A ellos se sumó un contingente de Siria y del país de los filisteos. (I Macabeos 3, 41)
Ellos partieron para Roma y, después de un larguísimo viaje, se presentaron ante el Senado y dijeron: (I Macabeos 8, 19)
Jonatán le envió a Antioquía tres mil soldados aguerridos, y cuando se presentaron al rey, este se alegró de su llegada. (I Macabeos 11, 44)
Cuando los judíos llegaron a Roma y se presentaron ante el Senado, dijeron: "El Sumo Sacerdote Jonatán y la nación de los judíos nos han enviado para que ustedes renueven con ellos la amistad y el pacto, tal como quedó establecido anteriormente". (I Macabeos 12, 3)
Cuando el rey llegó a Tiro, tres hombres enviados por el Consejo de los ancianos presentaron una acusación contra él. (II Macabeos 4, 44)
Eliaquím, hijo de Jilquías, el mayordomo de palacio, Sebná, el secretario, y Joaj, hijo de Asaf, el archivista, se presentaron ante Ezequías con sus vestiduras desgarradas, y lo informaron de las palabras del copero mayor. (Isaías 36, 22)
Y después de depositar el rollo en la sala de Elisamá, el secretario, se presentaron ante el rey en la corte, y lo pusieron al tanto de todo. (Jeremías 36, 20)
Ellos se presentaron a Godolías en Mispá: eran Ismael, hijo de Natanías, Iojanán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de Tanjumet, los hijos de Efai el netofita e Iazanías, hijo de Maacá, junto con sus hombres. (Jeremías 40, 8)
Iojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las tropas que estaban en el campo, se presentaron a Godolías, en Mispá, (Jeremías 40, 13)
Se presentaron los magos, los adivinos, los caldeos y los astrólogos, y yo conté el sueño delante de ellos, pero ellos no me hicieron conocer la interpretación. (Daniel 4, 4)
Entonces se presentaron ante el rey y, refiriéndose a la prohibición real, le dijeron: "¿Acaso no has escrito una prohibición según la cual todo el que dirija una oración dentro de los próximos treinta días, a cualquier dios u hombre que no seas tú, rey, debe ser arrojado al foso de los leones?". El rey tomó la palabra y dijo: "Así es, en efecto, según la ley de los medos y de los persas, que es irrevocable". (Daniel 6, 13)