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«Hermanos y padres, les dijo, escuchen lo que hoy les voy a decir en mi defensa». (Hechos 22, 1)
«Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero me he criado en esta ciudad y he sido iniciado a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la Ley de nuestros padres. Estaba lleno de celo por Dios, como ustedes lo están ahora. (Hechos 22, 3)
Él siguió diciendo: "El Dios de nuestros padres te ha destinado para conocer su voluntad, para ver al Justo y escuchar su Palabra, (Hechos 22, 14)
Pero sí te confieso que sirvo al Dios de mis padres, siguiendo el Camino que mis acusadores consideran una secta. Creo en todo lo que está contenido en la Ley y escrito en los Profetas, (Hechos 24, 14)
Y si ahora soy sometido a juicio, es por mi esperanza en la promesa hecha por Dios a nuestros padres, (Hechos 26, 6)
Tres días después convocó a los judíos principales, y cuando se reunieron les dijo: «Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres, fui arrestado en Jerusalén y puesto en manos de los romanos. (Hechos 28, 17)
y mientras ellos se retiraban sin haberse puesto de acuerdo, Pablo dijo esta sola frase: «Son muy ciertas las palabras que el Espíritu Santo dijo a los padres de ustedes, por medio del profeta Isaías: (Hechos 28, 25)
Son detractores, enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, (Romanos 1, 30)
Ahora bien, en lo que se refiere a la Buena Noticia, ellos son enemigos de Dios, a causa de ustedes; pero desde el punto de vista de la elección divina, son amados en atención a sus padres. (Romanos 11, 28)
Den a cada uno lo que le corresponde: al que se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que se debe respeto, respeto; y honor, a quien le es debido. (Romanos 13, 7)
Porque les aseguro que Cristo se hizo servidor de los judíos para confirmar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas que él había hecho a nuestros padres, (Romanos 15, 8)
Porque, aunque tengan diez mil preceptores en Cristo, no tienen muchos padres: soy yo el que los ha engendrado en Cristo Jesús, mediante la predicación de la Buena Noticia. (I Corintios 4, 15)