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  • Por dondequiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente. (Ezequiel 47, 9)

  • A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina.» (Ezequiel 47, 12)

  • «Por favor, pon a prueba a tus siervos durante diez días: que nos den de comer legumbres y de beber agua; (Daniel 1, 12)

  • Pues su madre se ha prostituido, se ha deshonrado la que los concibió, cuando decía: «Me iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas.» (Oseas 2, 7)

  • Los príncipes de Judá son como los que desplazan los linderos, sobre ellos voy a derramar como agua mi furor. (Oseas 5, 10)

  • ¡Se ha acabado Samaria! Su rey es como espuma sobre la haz del agua. (Oseas 10, 7)

  • Hasta las bestias del campo jadean tras de ti, porque están secas las corrientes de agua, y el fuego ha devorado los pastizales del desierto. (Joel 1, 20)

  • dos, tres ciudades acudían a otra ciudad a beber agua, pero no calmaban su sed; ¡y no habéis vuelto a mí!, oráculo de Yahveh. (Amós 4, 8)

  • ¡Que fluya, sí, el juicio como agua y la justicia como arroyo perenne! (Amós 5, 24)

  • He aquí que vienen días - oráculo del Señor Yahveh - en que yo mandaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahveh. (Amós 8, 11)

  • Luego mandó pregonar y decir en Nínive: «Por mandato del rey y de sus grandes, que hombres y bestias, ganado mayor y menor, no prueben bocado ni pasten ni beban agua. (Jonás 3, 7)

  • Sácate agua para el asedio, refuerza tus fortalezas, métete en la arcilla, pisa el mortero, toma el molde de ladrillos. (Nahún 3, 14)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina