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  • Mis vecinos se burlaban y decían: «Todavía no ha aprendido. (Pues, en efecto, ya habían querido matarme por un hecho semejante.) Apenas si pudo escapar y ya vuelve a sepultar a los muertos.» (Tobías 2, 8)

  • Y con todo, a Dios decían: «¡Lejos de nosotros, no queremos conocer tus caminos! (Job 21, 14)

  • Los que decían a Dios: «¡Apártate de nosotros! ¿Qué puede hacernos Sadday?» (Job 22, 17)

  • ¿No decían las gentes de mi tienda: «¿Hay alguien que no se haya hartado con su carne?» (Job 31, 31)

  • Acuérdate, Yahveh, contra los hijos de Edom, del día de Jerusalén, cuando ellos decían: ¡Arrasad, arrasadla hasta sus cimientos! (Salmos 137, 7)

  • pues decían: «Un sacerdote del linaje de Aarón ha venido con el ejército: no nos hará ningún mal.» (I Macabeos 7, 14)

  • La fama de los romanos llegó a oídos de Judas. Decían que eran poderosos, se mostraban benévolos con todos los que se les unían, establecían amistad con cuantos acudían a ellos (I Macabeos 8, 1)

  • Todos los gentiles circunvecinos trataban de aniquilarles: «No tienen jefe - decían - ni quien les ayude. Esta es la ocasión de atacarles y borrar su recuerdo de entre los hombres.» (I Macabeos 12, 53)

  • «No nos trates, le decían, según nuestras maldades, sino según tu misericordia.» (I Macabeos 13, 46)

  • Cuando quedó totalmente inutilizado, pero respirando todavía, mandó que le acercaran al fuego y le tostaran en la sartén. Mientras el humo de la sartén se difundía lejos, los demás hermanos junto con su madre se animaban mutuamente a morir con generosidad, y decían: (II Macabeos 7, 5)

  • Yo lo pondré en la mano de los que te afligían, de los que a ti misma te decían: «Póstrate para que pasemos», y tú pusiste tu espalda como suelo y como calle de los que pasaban. (Isaías 51, 23)

  • Los sacerdotes no decían: «¿Dónde está Yahveh?»; ni los peritos de la Ley me conocían; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaban por Baal, y en pos de los Inútiles andaban. (Jeremías 2, 8)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina