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  • Judá dijo: «¿Qué vamos a decir al señor, qué vamos a hablar, qué excusa vamos a dar? Dios ha hallado culpables a sus siervos, y henos aquí como esclavos de nuestro señor, tanto nosotros como aquel en cuyo poder ha aparecido la copa.» (Génesis 44, 16)

  • Entonces se le acercó Judá y le dijo: «Con permiso, señor, tu siervo va a pronunciar una palabra a los oídos de mi señor, y que no se encienda tu ira contra tu siervo, pues tú eres como el mismo Faraón. (Génesis 44, 18)

  • Mi señor preguntó a sus siervos: "¿Tenéis padre o algún hermano?" (Génesis 44, 19)

  • Y nosotros dijimos a mi señor: «"Sí, tenemos padre anciano, y un hijo pequeño de su ancianidad. Otro hermano de éste murió; sólo le ha quedado éste de su madre, y su padre le quiere." (Génesis 44, 20)

  • Y dijimos a mi señor: "Imposible que el muchacho deje a su padre, pues si le dejara, éste moriría." (Génesis 44, 22)

  • Así pues, cuando subimos nosotros a mi padre, tu siervo, le expusimos las palabras de mi señor. (Génesis 44, 24)

  • Ahora, pues, que se quede tu siervo en vez del muchacho como esclavo de mi señor, y suba el muchacho con sus hermanos. (Génesis 44, 33)

  • Entonces le repitieron todas las palabras que José les había dicho, vio las carretas que José había enviado para trasportarle, y revivió el espíritu de su padre Jacob. (Génesis 45, 27)

  • Cumplido el año, acudieron al año siguiente y le dijeron: «No disimularemos a nuestro señor que se ha agotado la plata, y también los ganados pertenecen ya a nuestro señor; no nos queda a disposición de nuestro señor nada, salvo nuestros cuerpos y nuestras tierras. (Génesis 47, 18)

  • Dijeron ellos: «Nos has salvado la vida. Hallemos gracia a los ojos de mi señor, y seremos siervos de Faraón.» (Génesis 47, 25)

  • Dijo Moisés a Yahveh: «¡Por favor, Señor! Yo no he sido nunca hombre de palabra fácil, ni aun después de haber hablado tú con tu siervo; sino que soy torpe de boca y de lengua.» (Exodo 4, 10)

  • Volvióse entonces Moisés a Yahveh y dijo: «Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿por qué me has enviado? (Exodo 5, 22)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina