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  • La reina Ester, hija de Abijayil, y el judío Mardoqueo, escribieron, con toda su autoridad, para dar fuerza de ley a esta segunda carta de los Purim, (Ester 9, 29)

  • para ratificar en su fecha estos días de los Purim, tal como había sido ordenado por el judío Mardoqueo y la reina Ester, y tal como lo habían establecido para sí mismos y para sus descendientes, añadiendo lo tocante a los ayunos y lamentaciones. (Ester 9, 31)

  • Todas las obras de su poder y su vigor y el relato del encumbramiento de Mardoqueo, a quien el rey enalteció, ¿no están escritas en las Crónicas de los reyes de los medos y los persas? (Ester 10, 2)

  • Pues el judío mardoqueo era el segundo después del rey, persona importante entre los judíos, amado por la multitud de sus hermanos, preocupado por el bien de su pueblo y procurador de la paz de su raza. (Ester 10, 3)

  • Mardoqueo dijo: «¡De Dios ha venido todo esto! (Ester 10, 4)

  • El año segundo del reinado del rey Asuero el Grande, el día uno del mes de Nisán, tuvo un sueño Mardoqueo, hijo de Yaír, hijo de Semeí, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, (Ester 11, 2)

  • Despertado Mardoqueo, después de tener este sueño, puso gran empeño y se esforzó, hasta la noche, en alcanzar su sentido y saber lo que Dios quería llevar a cabo. (Ester 11, 12)

  • Vivía Mardoqueo en el palacio con Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardianes del palacio. (Ester 12, 1)

  • Les oyó sus proyectos, descubrió sus intenciones y se enteró de que estaban dispuestos a poner sus manos en el rey Asuero. Entonces Mardoqueo los denunció al rey, (Ester 12, 2)

  • El rey hizo escribir todo esto para memoria; también Mardoqueo, por su parte, escribió sobre estos sucesos. (Ester 12, 4)

  • Por aquel servicio, el rey confió a Mardoqueo un puesto en palacio y le hizo regalos. (Ester 12, 5)

  • Pero Amán, hijo de Hamdatá, del país de Agag, que gozaba del favor real, buscaba la ruina de Mardoqueo y de su pueblo, por el asunto de los dos eunucos del rey. (Ester 12, 6)


“O temor e a confiança devem dar as mãos e proceder como irmãos. Se nos damos conta de que temos muito temor devemos recorrer à confiança. Se confiamos excessivamente devemos ter um pouco de temor”. São Padre Pio de Pietrelcina