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  • Salió el pueblo y saqueó el campamento de Aram; la arroba de flor de harina estaba a siclo y las dos arrobas de cebada a siclo, según la palabra de Yahveh. (II Reyes 7, 16)

  • El rey había puesto de vigilancia a la puerta al escudero en cuyo brazo se apoyaba; pero el pueblo le pisoteó en la puerta y murió, según la palabra del hombre de Dios, cuando el rey bajó donde él. (II Reyes 7, 17)

  • Sucedió según la palabra del hombre de Dios al rey cuando dijo: «Mañana a esta hora estarán a siclo las dos arrobas de cebada y a siclo la arroba de flor de harina en la puerta de Samaría.» (II Reyes 7, 18)

  • Se levantó la mujer e hizo según la palabra del hombre de Dios; se fue ella y su familia a vivir en tierra de filisteos siete años. (II Reyes 8, 2)

  • Cuando llegó estaban los jefes del ejército sentados y dijo: «Tengo una palabra para ti, jefe.» Jehú preguntó: «¿Para quién de nosotros?» Respondió: «Para ti, jefe.» (II Reyes 9, 5)

  • "¿Es que no he visto yo ayer la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos?, oráculo de Yahveh. Yo le devolveré lo mismo en este campo, oráculo de Yahveh." Así que llévale y arrójale en el campo según la palabra de Yahveh.» (II Reyes 9, 26)

  • Volvieron a comunicárselo y él dijo: «Es la palabra que Yahveh había dicho por boca de su siervo Elías tesbita: "En el campo de Yizreel comerán los perros la carne de Jezabel. (II Reyes 9, 36)

  • Entró en Samaría y mató a todos los supervivientes de Ajab en Samaría, hasta exterminarlos, según la palabra que había dicho Yahveh a Elías. (II Reyes 10, 17)

  • El restableció las fronteras de Israel desde la Entrada de Jamat hasta el mar de la Arabá, según la palabra que Yahveh, Dios de Israel, había dicho por boca de su siervo, el profeta Jonás, hijo de Amittay, el de Gat de Jéfer, (II Reyes 14, 25)

  • Esta fue la palabra de Yahveh, la que habló a Jehú diciendo: «Tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel.» Y así fue. (II Reyes 15, 12)

  • Se puso en pie el copero mayor y gritó con gran voz, en lenguá de Judá, diciendo: «Escuchad la palabra del gran rey, del rey de Asiria. (II Reyes 18, 28)

  • Calló el pueblo y no le respondió una palabra, porque el rey había dado esta orden diciendo: «No le respondáis.» (II Reyes 18, 36)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina