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  • Volvió entonces Benjamín. Les dieron las mujeres de Yabés de Galaad que habían quedado con vida, pero no hubo suficientes para todos. (Jueces 21, 14)

  • Pero con todo, vive Yahveh, Dios de Israel, que me ha impedido hacerte mal, que de no haberte apresurado a venir a mi encuentro, no le hubiera quedado a Nabal, al romper el alba, ni un solo varón.» (I Samuel 25, 34)

  • Llegó David donde los doscientos hombres que, demasiado fatigados para seguirle, se habían quedado en el torrente Besor. Salieron al encuentro de David y de la gente que venía con él; se acercaron David y la tropa y les saludaron. (I Samuel 30, 21)

  • Los habitantes de Beerot habían huido a Guittáyim, donde se han quedado hasta el día de hoy como forasteros residentes. (II Samuel 4, 3)

  • Estando ellos en camino llegó a David el rumor de que Absalón había matado a todos los hijos del rey y que no había quedado ni uno solo de ellos. (II Samuel 13, 30)

  • El rey preguntó: «¿Dónde está el hijo de tu señor?» Sibá respondió al rey: «Se ha quedado en Jerusalén porque se ha dicho: Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de mi padre.» (II Samuel 16, 3)

  • Con toda la gente que había quedado de los amorreos, de los hititas, de los perizitas, de los jivitas, de los jebuseos, que no eran israelitas, (I Reyes 9, 20)

  • cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a los que los israelitas no habían podido entregar al anatema, hizo Salomón una leva que dura hasta el día de hoy. (I Reyes 9, 21)

  • Así lo hizo la mujer de Jeroboam: se levantó, se fue a Silo, y entró en la casa de Ajías. Ajías no podía ver porque sus pupilas se habían quedado rígidas a causa de su vejez, (I Reyes 14, 4)

  • Dijo Elías al pueblo: «He quedado yo solo como profeta de Yahveh, mientras que los profetas de Baal son 450. (I Reyes 18, 22)

  • Barrió de la tierra a todos los consagrados a la prostitución que habían quedado en el país en los días de Asá su padre. (I Reyes 22, 47)

  • Se volvieron donde él, que se había quedado en Jericó, y les dijo: «¿No os dije que no fuerais?». (II Reyes 2, 18)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina