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  • Pues Yahveh restablece la viña de Jacob, como la viña de Israel. Devastadores la habían devastado, habían destruido sus sarmientos. (Nahún 2, 3)

  • Aquí estoy contra ti, - oráculo de Yahveh Sebaot -: encenderé en humareda tus carros, y la espada devorará a tus leoncillos; suprimiré de la tierra tu presa, y no se oirá más la voz de tus mensajeros. (Nahún 2, 14)

  • Aquí estoy contra ti - oráculo de Yahveh Sebaot -: voy a alzar tus faldas hasta tu cara, mostraré a las naciones tu desnudez, a los reinos tu vergüenza. (Nahún 3, 5)

  • ¿Hasta cuándo, Yahveh, pediré auxilio, sin que tú escuches, clamaré a ti: «¡Violencia!» sin que tú salves? (Habacuc 1, 2)

  • ¿No eres tú desde antiguo, Yahveh, mi Dios, mi santo? ¡Tú no mueres! ¡Para juicio le pusiste tú, Yahveh, oh Roca, para castigar le estableciste! (Habacuc 1, 12)

  • Y me respondió Yahveh y dijo: «Escribe la visión, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. (Habacuc 2, 2)

  • ¿No viene de Yahveh Sebaot que los pueblos se fatiguen para el fuego y las gentes se agoten para nada? (Habacuc 2, 13)

  • ¡Pues la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Yahveh, como las aguas cubren el mar! (Habacuc 2, 14)

  • ¡Te has saciado de ignominia, no de gloria! ¡Bebe tú también y enseña tu prepucio! ¡A ti se vuelve el cáliz de la diestra de Yahveh, y la ignominia sobre tu gloria! (Habacuc 2, 16)

  • Mas Yahveh está en su santo Templo: ¡silencio ante él, tierra entera! (Habacuc 2, 20)

  • ¡Yahveh, he oído tu fama, tu obra venero, Yahveh! ¡En medio de los años hazla revivir en medio de los años dala a conocer, aun en la ira acuérdate de tener compasión! (Habacuc 3, 2)

  • ¿Contra los ríos arde tu cólera, Yahveh, contra el mar tu furor, para que montes en tus caballos, en tus carros de victoria? (Habacuc 3, 8)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina