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  • entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera... (Efesios 2, 3)

  • Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. (Efesios 4, 31)

  • Que nadie os engañe con vanas razones, pues por eso viene le cólera de Dios sobre los rebeldes. (Efesios 5, 6)

  • todo lo cual atrae la cólera de Dios sobre los rebeldes, (Colosenses 3, 6)

  • Mas ahora, desechad también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca. (Colosenses 3, 8)

  • y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera. (I Tesalonicenses 1, 10)

  • impidiéndonos predicar a los gentiles para que se salven; así van colmando constantemente la medida de sus pecados; pero la Cólera irrumpe sobre ellos con vehemencia. (I Tesalonicenses 2, 16)

  • Dios no nos ha destinado para la cólera, sino para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, (I Tesalonicenses 5, 9)

  • Por eso juré en mi cólera: ¡No entrarán en mi descanso! (Hebreos 3, 11)

  • De hecho, hemos entrado en el descanso los que hemos creído, según está dicho: Por eso juré en mi cólera: ¡No entrarán en mi descanso! Y eso que las obras de Dios estaban terminadas desde la creación del mundo, (Hebreos 4, 3)

  • Y dicen a los montes y las peñas: «Caed sobre nosotros y ocultadnos de la vista del que está sentado en el trono y de la cólera del Cordero. (Apocalipsis 6, 16)

  • Porque ha llegado el Gran Día de su cólera y ¿quién podrá sostenerse?» (Apocalipsis 6, 17)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina