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Le preguntó David: «¿Qué ha pasado? Cuéntamelo.» Respondió: «Que el pueblo ha huido de la batalla; han caído muchos del pueblo y también Saúl y su hijo Jonatán han muerto.» (II Samuel 1, 4)
Se lamentaron y lloraron y ayunaron hasta la noche por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo de Yahveh, y por la casa de Israel, pues habían caído a espada. (II Samuel 1, 12)
La gloria, Israel, ha sucumbido en tus montañas. ¡Cómo han caído los héroes! (II Samuel 1, 19)
No ligadas tus manos ni puestos en cadenas tus pies. Has caído como quien cae ante malhechores.» Y arreció el pueblo en su llanto por él. (II Samuel 3, 34)
El rey dijo a sus servidores: «¿No sabéis que hoy ha caído un gran caudillo en Israel? (II Samuel 3, 38)
Yahveh te devuelva toda la sangre de la casa de Saúl, cuyo reino usurpaste. Así Yahveh ha entregado tu reino en manos de Absalón tu hijo. Has caído en tu propia maldad, porque eres un hombre sanguinario.» (II Samuel 16, 8)
Tomó el manto que se le había caído a Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán. (II Reyes 2, 13)
El hombre de Dios dijo: «¿Dónde ha caído?» Y le mostró el sitio. Entonces cortó un trozo de madera y lo arrojó allí, y sacó el hierro a flote. (II Reyes 6, 6)
salióle al encuentro Jehú, hijo de Jananí el vidente, y le dijo al rey Josafat: «¿Tú ayudas al malo y amas a los que aborrecen a Yahveh? Por esto ha caído sobre ti la cólera de Yahveh. (II Crónicas 19, 2)
Por esto han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y mujeres se hallan en cautividad. (II Crónicas 29, 9)
Ahora, pues, oh Dios nuestro, tú, Dios grande, poderoso y temible, que mantienes la alianza y el amor, no menosprecies esta miseria que ha caído sobre nosotros, sobre nuestros reyes y príncipes, nuestros sacerdotes y profetas, sobre todo tu pueblo, desde los tiempos de los reyes de Asiria hasta el día de hoy. (Nehemías 9, 32)
Pero precisamente para que mi señor no se vea rechazado y con las manos vacías, la muerte va a caer sobre sus cabezas. Han caído en un pecado con el que provocan la cólera de su Dios cada vez que cometen tal desorden. (Judit 11, 11)