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  • Y estas serán sus dimensiones: por el lado norte, cuatro mil quinientos codos; por el lado sur, cuatro mil quinientos codos; por el lado este, cuatro mil quinientos codos; por el lado oeste, cuatro mil quinientos codos. (Ezequiel 48, 16)

  • Y estas son las salidas de la ciudad: por el lado norte, se medirán cuatro mil quinientos codos. (Ezequiel 48, 30)

  • Por el lado oriental, cuatro mil quinientos codos y tres puertas: la puerta de José, la puerta de Benjamín y la puerta de Dan. (Ezequiel 48, 32)

  • Por el lado meridional, cuatro mil quinientos codos y tres puertas: la puerta de Simeón, la puerta de Isacar y la puerta de Zabulón. (Ezequiel 48, 33)

  • Por el lado occidental, cuatro mil quinientos codos y tres puertas: la puerta de Gad, la puerta de Aser y la puerta de Neftalí. (Ezequiel 48, 34)

  • A estos cuatro jóvenes les concedió Dios ciencia e inteligencia en toda clase de letras y sabiduría. Particularmente Daniel poseía el discernimiento de visiones y sueños. (Daniel 1, 17)

  • Dijo el rey: «Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean libremente por el fuego sin sufrir daño alguno, y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los dioses.» (Daniel 3, 92)

  • Daniel tomó la palabra y dijo: Contemplaba yo en mi visión durante la noche lo siguiente: los cuatro vientos del cielo agitaron el mar grande, (Daniel 7, 2)

  • y cuatro bestias enormes, diferentes todas entre sí, salieron del mar. (Daniel 7, 3)

  • Después, yo seguía mirando y vi otra bestia como un leopardo con cuatro alas de ave en su dorso; la bestia tenía cuatro cabezas, y se le dio el dominio. (Daniel 7, 6)

  • «Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que surgirán de la tierra. (Daniel 7, 17)

  • El macho cabrío se hizo muy grande, pero cuando estaba en la plenitud de su poder, el gran cuerno se rompió y en su lugar despuntaron cuatro «magníficos» en la dirección de los cuatro vientos del cielo. (Daniel 8, 8)


“Quando ofendemos a justiça de Deus, apelamos à Sua misericórdia. Mas se ofendemos a Sua misericórdia, a quem podemos apelar? Ofender o Pai que nos ama e insultar quem nos auxilia é um pecado pelo qual seremos severamente julgados.” São Padre Pio de Pietrelcina