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  • No ponía en el arco yo mi confianza, ni mi espada me daba la victoria; (Salmos 44, 7)

  • eras tú el que nos daba la victoria contra los enemigos y cubrías de vergüenza a nuestros adversarios. (Salmos 44, 8)

  • Daba testimonio ante todos de las cosas maravillosas que había visto con sus mismos ojos, realizadas por Dios. (II Macabeos 3, 36)

  • además de esto, prometía hacer escritura de otros cinco mil cien kilos si se le daba facultad para establecer un gimnasio y un centro juvenil y que los habitantes de Jerusalén tuvieran los mismos derechos que los antioquenos. (II Macabeos 4, 9)

  • No se daba cuenta Antíoco, lleno de orgullo, de que, por los pecados de los habitantes de la ciudad, y por breve tiempo, el Señor se había airado, y que por esta misma razón había sido profanado el templo. (II Macabeos 5, 17)

  • Creía que con la prisión de éste daba un grave golpe a los demás. (II Macabeos 14, 40)

  • Sabiendo que no la conseguiría si Dios no me la daba y esto mismo era ya un acto de buen juicio: saber de quién venía este don , acudí al Señor y le supliqué, diciendo con toda mi alma: (Sabiduría 8, 21)

  • Pues he escuchado la calumnia de la gente: "¡Terror por todas partes! ¡Anunciadlo, anunciémoslo!". Todos los que eran mis amigos me espiaban a ver si daba un paso en falso: "¡Quizás se deje seducir; nosotros lo venceremos y nos vengaremos de él!". (Jeremías 20, 10)

  • Al moverse giraban en los cuatro sentidos sin volverse en su dirección, porque se movían hacia el lado donde daba la cabeza, sin volverse en su dirección. (Ezequiel 10, 11)

  • Y escuché que a las ruedas se les daba el nombre de "torbellino". (Ezequiel 10, 13)

  • Después midió la anchura y la longitud del pórtico que daba al norte, en el atrio exterior. (Ezequiel 40, 20)

  • A continuación me llevó al atrio interior por el pórtico sur. Midió este pórtico que daba al sur: tenía iguales dimensiones que los otros. (Ezequiel 40, 28)


“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina