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  • Éste es el total de combatientes equipados para la guerra, que se reunieron en torno a David para transferirle el reino de Saúl, según la orden del Señor: (I Crónicas 12, 24)

  • De la tribu de Judá, armados de escudo y lanza, 6.800 combatientes, equipados para la guerra; (I Crónicas 12, 25)

  • de la tribu de Simeón, 7.100 hombres, valerosos para la guerra; (I Crónicas 12, 26)

  • de la tribu de Aser, 40.000 hombres de guerra, prontos a combatir; (I Crónicas 12, 37)

  • de Transjordania, de la tribu de Rubén, Gad y la otra media de Manasés, 120.000 hombres perfectamente equipados para la guerra. (I Crónicas 12, 38)

  • Todos estos hombres de guerra, prontos para la lucha, se reunieron en Hebrón con entusiasmo y sinceridad para proclamar a David rey de todo Israel, y los demás israelitas estaban también de acuerdo con esta proclamación real. (I Crónicas 12, 39)

  • envió a su hijo Hadorán al rey David para saludarlo y felicitarlo por haber atacado y vencido a Hadadézer, pues Tou estaba en guerra con Hadadézer. Le envió objetos de oro, plata y bronce, (I Crónicas 18, 10)

  • Después de esto continuó la guerra en Guézer contra los filisteos. Fue entonces cuando Sibecay, el jusatita, mató a Sipay, un descendiente de los gigantes. Los filisteos quedaron sometidos. (I Crónicas 20, 4)

  • para dar a David cuenta del censo del pueblo: el total ascendía a un millón cien mil hombres en edad de guerra, en Israel, y cuatrocientos setenta mil en Judá. (I Crónicas 21, 5)

  • que provenían del botín de guerra y de los despojos y habían dedicado al mantenimiento del templo del Señor. (I Crónicas 26, 27)

  • pero Dios me dijo: Tú no construirás un templo a mi nombre, porque tú has sido hombre de guerra y has derramado sangre. (I Crónicas 28, 3)

  • Cuando tu pueblo salga a la guerra contra sus enemigos por el camino que tú le hayas señalado, si te rezan a ti vueltos hacia la ciudad que tú has elegido y hacia el templo que yo he construido a tu nombre, (II Crónicas 6, 34)


“Viva feliz. Sirva ao Senhor alegremente e com o espírito despreocupado.” São Padre Pio de Pietrelcina