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  • Si rechaza la paz y te declara la guerra, la atacarás. (Deuteronomio 20, 12)

  • Solamente podrás destruir y talar los árboles que no dan fruto y servirte de ellos en el asedio contra las ciudades que están en guerra contigo hasta que caigan en tu poder. (Deuteronomio 20, 20)

  • Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, y el Señor, tu Dios, los haya entregado en tus manos y tú los hayas hecho prisioneros, (Deuteronomio 21, 10)

  • Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, guárdate de toda clase de maldad. (Deuteronomio 23, 10)

  • Si un hombre está recién casado, no irá a la guerra ni se le hará cumplir otra clase de servicios; quedará libre en su casa durante un año para contentar a su mujer. (Deuteronomio 24, 5)

  • Vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestros ganados pueden quedar en la tierra que os dio Moisés en Transjordania; pero vosotros, todos los hombres de guerra, iréis armados al frente de vuestros hermanos y les prestaréis vuestra ayuda, (Josué 1, 14)

  • Unos cuarenta mil, armados y listos para la guerra, pasaron ante el Señor para combatir en las llanuras de Jericó. (Josué 4, 13)

  • hombres de guerra, daréis una vuelta alrededor de la ciudad, y así durante seis días. (Josué 6, 3)

  • Cuando suene el cuerno de carnero y vosotros oigáis el sonar de las trompetas, todo el pueblo dará con todas sus fuerzas el grito de guerra. Entonces las murallas de la ciudad se derrumbarán, y el pueblo la asaltará, cada uno de frente". (Josué 6, 5)

  • Josué había dado esta orden al pueblo: "No gritéis, no se oiga vuestra voz, no salga de vuestras bocas ni una sola palabra hasta el día en que os diga: Dad el grito de guerra. Entonces gritaréis". (Josué 6, 10)

  • A la séptima vuelta, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, Josué dijo al pueblo: "Dad el grito de guerra, porque el Señor os ha entregado la ciudad". (Josué 6, 16)

  • El Señor dijo a Josué: "No tengas miedo ni te acobardes. Toma contigo todos los hombres de guerra, levántate y sube contra Ay. Mira, yo pongo en tus manos al rey de Ay, a su pueblo, su ciudad y su tierra. (Josué 8, 1)


“Deus nunca me recusou um pedido”. São Padre Pio de Pietrelcina