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  • Pero los sirios huyeron ante Israel, y David les mató setecientos caballos de tiro y cuarenta mil hombres; hirió también a Sobac, jefe del ejército, que murió allí mismo. (II Samuel 10, 18)

  • Encontró luego a otro hombre y le dijo: "Pégame". Y aquel hombre lo golpeó y lo hirió. (I Reyes 20, 37)

  • Pero un hombre disparó el arco al azar e hirió al rey de Israel entre las junturas de la coraza. El rey dijo a su auriga: "Da la vuelta y sácame del campo, porque estoy herido". (I Reyes 22, 34)

  • Pero Jehú había echado ya mano a su arco e hirió a Jorán por la espalda, de suerte que la saeta le salió por el corazón, y cayó desplomado en su carro. (II Reyes 9, 24)

  • Oseas, hijo de Elá, tramó una conjura contra Pécaj, hijo de Romelía, lo hirió, lo mató y le sucedió en el trono el año veinte de Jotán, hijo de Ozías. (II Reyes 15, 30)

  • Y aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento de Asiria a ciento ochenta y cinco mil; y, al levantarse por la mañana, vieron que todos ellos eran cadáveres. (II Reyes 19, 35)

  • La cólera del Señor se encendió contra Uzá y lo hirió por haber tocado el arca con la mano. Uzá murió allí, ante Dios. (I Crónicas 13, 10)

  • Jeroboán no recobró ya su poder durante la vida de Abías. Finalmente, el Señor lo hirió y murió. (II Crónicas 13, 20)

  • Pero un hombre disparó el arco al azar, e hirió al rey de Israel entre las junturas de la coraza. El rey dijo a su auriga: "Da la vuelta y sácame del campo, porque estoy herido". (II Crónicas 18, 33)

  • Satán salió de la presencia del Señor e hirió a Job con una llaga maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. (Job 2, 7)

  • hirió de muerte a los primogénitos de Egipto, a las primicias de la virilidad en las tiendas de Cam; (Salmos 78, 51)

  • hirió a sus enemigos en la espalda, les infligió vergüenza eterna. (Salmos 78, 66)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina