Talált 145 Eredmények: Nación

  • Entonces se levantó Simón para luchar por su nación. Hizo muchos gastos de sus propios bienes para procurar armas y dar un sueldo a los combatientes de su nación. (1 Macabeos 14, 32)

  • El pueblo comprobó la fidelidad de Simón y que solamente pretendía engrandecer a su nación. Lo nombró su jefe y Sumo Sacerdote precisamente por los servicios prestados, por la justicia y fidelidad que demostró a su nación y por haber buscado por todos los medios la promoción de su pueblo. (1 Macabeos 14, 35)

  • Desearon que fuera obedecido de todos, que todos los documentos de la nación llevaran su nombre y que vistiera púrpura y llevara ornamentos de oro. (1 Macabeos 14, 43)

  • Antíoco, hijo del rey Demetrio, mandó desde las islas del mar a Simón, Sumo Sacerdote y jefe de los judíos, y a toda la nación, (1 Macabeos 15, 1)

  • la siguiente carta: «El rey Antíoco, a Simón, Sumo Sacerdote y jefe, y a la nación judía, paz. (1 Macabeos 15, 2)

  • Te autorizo a acuñar moneda para tu nación. (1 Macabeos 15, 6)

  • y cuando haya tomado posesión de mi reino, te llenaré de honores a ti, a tu nación y al Templo, de modo que sean famosos por toda la tierra.» (1 Macabeos 15, 9)

  • Se puso orgulloso y pensó ser jefe de la nación; por eso, buscó suprimir a Simón y a sus hijos. (1 Macabeos 16, 13)

  • no para acusar a sus conciudadanos, sino por el bien de toda la nación, (2 Macabeos 4, 5)

  • Jasón hizo una cruel matanza de sus conciudadanos, sin darse cuenta que las victorias contra los de su propia nación son la mayor derrota; creía triunfar sobre enemigos cuando, en realidad, eran los de su pueblo. (2 Macabeos 5, 6)

  • Pero no había escogido Dios al pueblo para el Templo, sino el Templo para la nación. (2 Macabeos 5, 19)

  • Por esto, también el Templo ha participado de las desgracias de la nación, así como después participó de su restauración, y tras haber sido abandonado en el tiempo de la ira de Dios, de nuevo fue restablecido en su gloria cuando se apaciguó el Señor Altísimo. (2 Macabeos 5, 20)


“Para mim, Deus está sempre fixo na minha mente e estampado no meu coração.” São Padre Pio de Pietrelcina