Talált 61 Eredmények: apoderó

  • Galaad se apoderó de los vados del Jordán cortándoles el camino y cuando un fugitivo de Efraím decía: «Déjenme pasar», los hombres de Galaad le preguntaban: «¿Eres efraimita?», y si respondía: «No», le añadían: «Pues di Chibbolet.» (Jueces 12, 5)

  • el espíritu de Dios se apoderó de Saúl y se enojó sobremanera. (1 Samuel 11, 6)

  • Pero un espíritu malo enviado por Yavé se apoderó nuevamente de Saúl. Estaba sentado en su casa, con su lanza en la mano, y David tocaba la cítara. (1 Samuel 19, 9)

  • Saúl, pues, envió unos soldados para que lo tomaran preso. Ellos vieron a la comunidad de los profetas «profetizando»; es decir, que estaban en trance, con Samuel al frente de ellos. Entonces el espíritu de Yavé se apoderó de los soldados, que también empezaron a profetizar. (1 Samuel 19, 20)

  • Partió hacia allá, pero el espíritu de Yavé se apoderó también de él y fue profetizando hasta su llegada a las Celdas. (1 Samuel 19, 23)

  • Se apoderó de sus ganados y libró a los habitantes. (1 Samuel 23, 6)

  • David, sin embargo, se apoderó de la fortaleza de Sión, la que en Jerusalén de hoy se llama «ciudad de David». (2 Samuel 5, 7)

  • David se apoderó de los escudos de oro que llevaban los guardias de Hadadezer y los llevó a Jerusalén. (2 Samuel 8, 7)

  • Asimismo en Tebaj y Berotai, las ciudades de Hadadezer, se apoderó de gran cantidad de bronce. (2 Samuel 8, 8)

  • Joab atacó Rabbá de los amonitas y se apoderó de la ciudad del rey. (2 Samuel 12, 26)

  • se le unieron algunos hombres y se hizo bandolero. Por eso David quiso matarlos. Pero se apoderó de Damasco y allí se estableció. (1 Reyes 11, 24)

  • y se apoderó de los tesoros de la Casa de Yavé y de los de la casa del rey; de todo se apoderó. Lo mismo se llevó todos los escudos de oro que había hecho el rey Salomón. (1 Reyes 14, 26)


“Por que a tentação passada deixa na alma uma certa perturbação? perguntou um penitente a Padre Pio. Ele respondeu: “Você já presenciou um tremor de terra? Quando tudo estremece a sua volta, você também é sacudido; no entanto, não necessariamente fica enterrado nos destroços!” São Padre Pio de Pietrelcina